Por. Guillermo Vidalón del Pino
Alguna de las propuestas formuladas por los candidatos/as en la contienda electoral hace referencia a implementar la “Revolución en la Agricultura”, lo cual parece muy atractivo y destacable, sólo si se refiere a tomar medidas que contribuyan a elevar significativamente el nivel de producción actual. De lo contrario, no es más que otra oferta sin sustento que terminará por destruir lo avanzado y empobrecer aún más a los menos favorecidos.
Si la propuesta de “Revolución en la Agricultura” significa el oponerse a las políticas que buscan expandir la frontera agrícola para convertir tierras eriazas en productivas, bajo el argumento de que hay que limitar la extensión de las empresas agroindustriales, dicha “Revolución” irá camino al fracaso.
Si lo que se desea es reducir la informalidad laboral, los gobiernos tienen que promover el empleo formal. Las empresas agroindustriales han eliminado el desempleo en las regiones donde operan, es más, su demanda laboral es superior a la oferta por lo que muchas veces recurren a contratar personal de regiones vecinas, como ocurre en Ica, respecto de trabajadores procedentes de Ayacucho.
¿Por qué hay trabajadores que deciden trasladarse de una región a otra, aunque sea por períodos estacionales? Porque la remuneración, así como las condiciones en que desarrollan su trabajo son mejores a las que pudiesen encontrar en sus regiones de origen.
Que el agro cuenta con un régimen laboral diferente al del conjunto de trabajadores, sí es cierto, pero si se analiza el resultado veremos que ha sido provechoso tanto para el trabajador como para las empresas y el Estado. Que los regímenes laborales deben promover la mejora del trabajador es cierto, pero mientras haya altos índices de informalidad el superar las condiciones remunerativas actuales resultan irreales.
¿Qué sucede cuando las normas se alejan de la realidad por razones ideológicas? La realidad termina por darle las espaldas y la informalidad crece, los salarios promedio disminuyen porque la única manera de conseguir algún ingreso es que el trabajador acepte lo que el mercado laboral, formal o informal, puede ofrecer.
Promover una “Revolución en la Agricultura” es establecer encadenamientos productivos con otras actividades económicas, las que garanticen el crecimiento y el fortalecimiento del conjunto. Por ejemplo, tanto la agricultura como la minería emplean agua, la primera emplea casi 88 veces el volumen de agua que la segunda. Por su parte, la agricultura aún no genera excedentes económicos significativos como para incorporar en sus costos de producción la construcción de infraestructura hídrica –represas y canales de irrigación, así como el costo de mantenimiento y operación de cada uno de ellos-. En consecuencia, ¿no sería conveniente que parte de los recursos generados por la actividad minera sean empleados por el Estado para garantizar agua para la población, la agricultura, así como para la minería y las otras actividades económicas?
En el Perú, hay empresas dispuestas a invertir en yacimientos ya explorados. Un mensaje claro de las nuevas autoridades gubernamentales hará que en el menor plazo posible se recupere la confianza, la generación de empleo productivo, la reducción de la pobreza y habremos pasado del discurso etéreo y demagógico a la concreción de un país que requiere emplear dos puntales básicos del desarrollo, su agricultura y su minería.