Viernes, 13 de Diciembre del 2024
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Cien mil vieneses inician lectura de libro El Hablador de Mario Vargas Llosa

Publicado el 19/10/11

Viena, oct. 18 . Desde Viena, ciudad donde hoy se inició el reparto gratuito de 100 mil ejemplares de su libro El hablador (1987), el Nobel peruano Mario Vargas Llosa dijo sentirse muy honrado por contribuir a mantener despierto el gusto por la literatura en los más jóvenes.

Hace diez años por iniciativa del socialdemócrata Michael Häupl, aún hoy alcalde de la capital de Austria, se comenzó una de las más enormes campañas de lectura en el mundo, consistente en la distribución gratuita de cien mil libros de un autor contemporáneo.

El objetivo es impulsar el entusiasmo por la lectura sobretodo en las nuevas generaciones para quienes la palabra impresa sufre una competencia demasiado feroz por parte de los formatos electrónicos, cuyos contenidos suelen ser menos complejos.

Este 2011 el elegido ha sido nada menos que el Nobel peruano Mario Vargas Llosa. La obra que estará esperando toda la semana en cualquier librería y biblioteca de la ciudad a los ávidos lectores austriacos es El hablador (1987).

Durante la inauguración de esta campaña en la Biblioteca Principal de Viena, afirmó que para él el hecho de crear o consumir la literatura oral y escrita “es un placer y una forma de enriquecer la sensibilidad humana, pero también un arma para ser más críticos y enfrentar los fallos del sistema”.

Preguntado específicamente acerca de las protestas antisistema y anticapitalismo, protagonizadas por los llamados “Indignados” en el mundo comentó que “al sistema hay que tratar de corregirlo desde adentro para que no se vuelvan a repetir los excesos sucedidos”. Para que los que han actuado de una manera punible sean sancionados, sean castigados.

“Creo que todas las protestas que estén dirigidas a reformar el sistema son positivas pero las que aspiran a destruirlo siguen una ruta equivocada”, dijo.

Vargas Llosa explicó que en su libro El Hablador se habla de dos minorías de la sociedad peruana, la judía y la machiguenga, que el novelista contrapone en términos de moderna y primitiva.

Así, un judío deslumbrado y fascinado por esa pequeña cultura amazónica, se convierte a ella, haciéndose no sólo un machiguenga sino eligiendo la manera más íntima y secreta de serlo: siendo un contador de cuentos.

El Nobel explicó que la fascinación por contar y oír historias, por “vivir muchas vidas” a través de la ficción es parte de “una afinidad antiquísima que ha existido y existe en todas las culturas desde las más avanzadas hasta las más pequeñas y primitivas”.

Recordó también que toda tradición oral es el punto de partida de la posterior cultura escrita, de la cultura del libro. Y alentó todo esfuerzo por preservar ese patrimonio cultural de la Humanidad que es la literatura oral.

Sobre todo considerando que para él el hecho de crear o consumir la literatura oral y escrita “es un placer y una forma de enriquecer la sensibilidad humana, pero también un arma para ser más críticos y enfrentar los fallos del sistema”.

Finalmente confesó su gran gusto por los tradicionales cafés vieneses y sorpresivamente expresó el deseo que le despierta de pasar una temporada en ellos escribiendo una próxima novela.



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