Cada otoño, París se convierte en un territorio donde las imágenes provenientes del sur global despliegan nuevas maneras de existir. En ese entramado, que une la monumentalidad de Art Basel Paris, la densidad reflexiva de Paris Photo y la energía latinoamericana de MIRA en la Maison de l’Amérique latine, la presencia peruana emerge de formas desiguales pero decisivas. A veces se afirma con contundencia a través de un solo nombre; otras, se filtra por medio de editores, afinidades estéticas, geografías compartidas o diálogos transandinos que redibujan lo latinoamericano desde adentro.

En Art Basel Paris 2025, la artista peruana que sostuvo, por sí sola, la representación del país fue Wynnie Mynerva, presentada por la galería berlinesa SOCIÉTÉ. Desde lejos, su stand se reconocía por el estallido cromático y por la fuerza física de sus lienzos recientes, piezas donde el cuerpo aparece como un territorio múltiple y a veces fracturado, un espacio de deseo y violencia que se vuelve casi escultórico en la superficie pictórica. Su presencia en el Grand Palais no solo destacaba por su intensidad visual, sino también por la manera en que abría un lugar para la voz peruana en una feria que suele estar dominada por los grandes nombres del mercado global. A pesar de que no hubo más artistas peruanos confirmados en la edición de este año, la aparición de Mynerva bastó para instalar una forma de vibración latinoamericana en medio de la geometría monumental del recinto.

El panorama se ampliaba, aunque de manera indirecta, con la participación de varias galerías latinoamericanas de peso, especialmente brasileñas. La energía de espacios como Fortes D’Aloia & Gabriel o A Gentil Carioca, esta última vinculada históricamente a la obra de Laura Lima, contribuía a situar el sur global dentro de la narrativa dominante de la feria.

En Paris Photo, la presencia peruana no se desplegaba tanto en los muros como en el terreno editorial, un espacio donde la construcción de memoria visual adquiere una dimensión política y poética fundamental. En la selección del Premio Paris Photo–Aperture, el fotógrafo y editor Musuk Nolte apareció nuevamente como una figura central, esta vez como editor del libro Kalabongó del colombiano Jorge Panchoaga. Su rol, trabajado desde el cruce entre secuencia, ritmo y densidad narrativa, revelaba la manera en que las voces peruanas intervienen hoy en la configuración del pensamiento fotográfico latinoamericano. Nolte, cuya obra dialoga con la violencia, el territorio y la fragilidad de los archivos, se convertía así en una especie de puente entre Latinoamerica y Europa.

En el sector editorial, la participación de Puro Chile Ediciones, que participa en Paris Photo desde 2023, introducía un tejido amplio de miradas provenientes del Cono Sur. Sus publicaciones, dedicadas a artistas como Cholita Chic, Magdalena Correa, Celeste Rojas Mugica o Marcos Zegers, insistían en la relación entre paisaje, política y memoria. Otros artistas chilenos como Alfredo Jaar fueron representados en otros stands. Aunque no directamente vinculadas al Perú, estas obras resonaban con las preocupaciones de nuestra propia geografía: lo andino, el desierto, la costa, el extractivismo, la fractura histórica y los procesos de duelo que atraviesan las imágenes latinoamericanas. En paralelo, la presencia de la galería argentina Rolf Art reforzaba la genealogía de la fotografía latinoamericana contemporánea, evocando tanto su historia política como el lugar que artistas peruanos —representados por la galería en distintos momentos— han ocupado en ese relato más amplio.

Mientras tanto, en el corazón de Saint-Germain, MIRA Art Fair ofrecía el espacio donde el Perú aparecía con mayor claridad. En su segunda edición, la feria se consolidó como un hogar natural para el arte latinoamericano, especialmente durante la semana de la fotografía. Allí, la Galerie Younique desplegó un panorama vibrante de prácticas peruanas contemporáneas en el sector Young. La presencia de Jero Gonzales devolvía a París una mirada andina que se posa sobre los cuerpos y los barrios migrantes; Javier Silva Meinel recordaba la potencia del retrato como mecanismo de afirmación cultural y como archivo de la Lima popular; Marco Garro expandía la relación entre territorio, política y representación, mientras Majo Guerrero, Alain Cárdenas-Castro, Marco Herrera, Mariano León, Gabriel Moraes Aquino y José Luis Martinat abrían un abanico que va del video a la instalación, de la ficción especulativa al estudio minucioso de la ciudad latinoamericana. El stand funcionaba como una microcartografía donde Lima, los Andes y sus periferias urbanas se reconfiguraban en un entorno parisino.

La galería Revolver, con sedes en Lima, Buenos Aires y Nueva York, reforzaba esa presencia con un programa donde destacaban José Carlos Martinat, Kay Zevallos y Elena Dahn. En el caso de Martinat, su exploración de ruinas contemporáneas, tecnologías políticas y lenguajes urbanos encontraba en MIRA un contexto idóneo para dialogar con el resto del continente. A su alrededor, otras presencias andinas —como la artista boliviana Kenia Almaraz Murillo— ampliaban el mapa más allá del Perú, recordando que lo andino es un territorio cultural que no obedece a las fronteras administrativas.



Tomadas en conjunto, estas tres ferias revelan que la presencia peruana en París es todavía fragmentaria, pero también cada vez más nítida. En Art Basel Paris, un solo nombre abre un espacio en el centro del mercado; en Paris Photo, la intervención peruana se da en la arquitectura del libro y en la afinidad temática con las geografías del sur; en MIRA, finalmente, la escena peruana aparece con densidad, multiplicidad y voz propia. París no es aún un territorio donde el arte peruano se despliegue de manera masiva, pero sí es, cada vez con mayor claridad, un lugar donde nuestras imágenes se inscriben, dialogan y reclaman su sitio dentro de la conversación global.
Por Eduardo Espichán González, corresponsal en París, Francia