Jueves, 28 de Marzo del 2024
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ANTONIO GÁLVEZ RONCEROS

Publicado el 12/10/18

Antonio Leoncio Gálvez Ronceros nació en Chincha Alta el 14 de octubre de 1932. La primaria y la secundaria la realizó en el colegio José Pardo donde asistían desde hijos de hacendados y grandes comerciantes hasta hijos de maestros y campesinos. “El mundo rural rodeaba a Chincha, y aún la rodea, de modo que quienes vivíamos en la ciudad realizábamos incursiones a la campiña, ese espacio estaba dominado por el campesino mestizo, el cholo costeño. En cambio, el campo profundo, regido por la cultura de la hacienda y latifundios, estaba poblado por la figura del negro. Eran zonas campestres muy alejadas y de difícil acceso. Mi primer libro Los ermitaños recrea el mundo y el lenguaje del primer escenario y Monólogo desde las tinieblas del segundo”, cuenta el autor.

Estudió Educación en la Universidad Enrique Guzmán y Valle, donde se graduó en 1958, y en la Universidad Nacional Mayor de San marcos, que le abrió las puertas a la carrera de Literatura. Actualmente es profesor principal del Departamento de Lingüística de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de este centro de estudios.

Siendo muy joven publicó su primer cuento, “De perros”, en el suplemento cultural de El Comercio en 1956. En 1961 publicó el libro de cuentos Los Ermitaños. “Tenía yo una historia que me obsesionaba, elaboraba mentalmente párrafos breves y los “mejoraba” constantemente, es decir, los corregía. Ese cuento se titula “Joche” y aparece en Los ermitaños. Es quizá mi cuento más ambicioso porque trata sobre la muerte. Escribirlo me tomó cerca de cuatro años, entre 1957 y 1961. Yo quería terminar mi primer libro y eso significaba terminar aquel cuento, pero sucede que hasta el sesenta me encontraba en Chincha, así que me dije: “si me quedo acá, no termino nunca”. Entonces salí para Lima y pude terminar el cuento y escribir uno más”, refiere.

A finales de los sesenta, pasó a formar parte del Grupo Narración: “Cuando frecuentaba el Bar Palermo conocí a Oswaldo Reynoso, Eleodoro Vargas Vicuña, Miguel Gutiérrez, Gregorio Martínez, entre otros. Formé parte del grupo Narración, que nació por las afinidades relacionadas con el oficio de escritor, y el común interés en la escritura y la lectura de ficción narrativa. Las discusiones y planteamientos políticos eran parte del horizonte ideológico de la época, pero solo será en el segundo número de la Revista Narración que se asumirá una posición política determinada”.

En 1974 publicó posiblemente su mejor libro de cuentos: Monólogo desde las tinieblas, en el que, a diferencia de José Diez Canseco, el negro es visto desde adentro. “La intención era escribir los cuentos, algunos desde la base de la anécdota y otros desde la invención, pero sin salirse de la verosimilitud que permite el universo cultural y lingüístico de los afroperuanos, de tal modo que algunas de sus fórmulas de lenguaje provoquen el humor, pero haciendo que éste brote de los personajes mismos sin que ellos se den cuenta, y que así sea descubierto por el que está afuera del universo del relato. El recorrido de los personajes se inscribe en su vida cotidiana, de donde, a fin de cuentas, nacen los conflictos que los envuelven. En la edición de 1999, agregué al libro seis cuentos más que permiten redondear un conjunto de saberes populares para la vida, pero explorando más los mecanismos sociales de discriminación racial”.

El reconocido poeta y crítico Marco Martos dice: “En Monólogo desde las tinieblas, el autor se vuelve un orífice de la prosa. Cada frase del léxico popular está trabajada con fina delectación. Los hechos jocosos que se narran, las situaciones insólitas que se plantean, con un lenguaje que sólo utiliza las palabras indispensables, son un vehículo adecuado para conocer la visión del mundo del campesino chinchano, de un realismo descarnado, de una fina ironía y con elementos de carácter mágico”.

Trece años después publica un nuevo libro de cuentos: Historia para reunir a los Hombres y al año siguiente Aventuras con el Candor, selección de artículos publicados en los periódicos limeños La República y El Diario.

En 1974 obtiene el premio José María Arguedas, organizado por la Asociación Universitaria Nisei del Perú; y en 1982 el primer premio de cuento y el segundo de periodismo en certámenes organizados por la Municipalidad de Lima.

Galvez Ronceros ha sido profesor de Lengua Española en la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica (1966-1972) y en la Universidad Nacional Agraria-La Molina (1968-1972). Hasta hace poco ejerció la docencia en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la UNMSM, en la que dictaba los cursos de Lengua Española. Actualmente, codirige el Taller de Narración.

TEXTOS ESCOGIDOS

TRE CLASE DE SÓ

Por el callejón del Guayabo venían de un sembrado de yucas dos negras encima de sus burras. Las burras caminaban medio agachadas del lomo porque debajo de la carga negra traían los serones reventando de yucas. Era el mediodía y el sol quemaba como candela.

Como les habían cobrado un sol por cada planta de yuca, una de las negras empezó a quejarse:

-Cómo etán lo tiempo… ¡A só cada planta e yuca!

Y mirando el cielo agregó:

-Y con ete só.

Como en ese instante su burra se desvió del camino, demandó colérica:

-¡Só, borica!

Enderezó al animal y prosiguió la marcha.

La otra anduvo largo trecho pensativa. Al cabo habló en tono de sentencia:

-En eta vida hay tre clase de só: só de prata, só de cielo y só de borica.

(De Monólogo desde las tinieblas)

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PALOMITA

Volando a gran altura, unos gallinazos retornaban de la ciudad y se dirigían hacia los altos

pinos a pasar la noche.

-¡Mira! -le dijeron a un negro, señalándole los gallinazos-. Ahí vas tú.

Entonces el negro, desviando la comparación hacia otra más digna, replicó:

-Aaaraj… Ni que yo fuese palomita.

(De Monólogo desde las tinieblas)

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YA TA DICHO

En cualquier momento llegaría al caserío el diputado de la provincia. Y el negro Froilán, que en

nombre del pueblo debía pedirle que se asfaltara el camino principal, estaba malhumorado: le

habían advertido que no hablara mucho porque los diputados pensaban que los negros

hablaban mal.

Cuando llegó el diputado con su comitiva, Froilán le salió al paso y le dijo:

-Como verá uté, señó diputra, ete camino e güeno. Pero como lo camione se golpean con

tanto güeco que tiene, necesita su afartrao.

-¿Cómo, cómo?

-Ya ta dicho.

(De Monólogo desde las tinieblas)

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EL CARNET

Llevando un atado de paja de frejol, un negro muy viejo atravesaba la solitaria placita de la

hacienda. Al pasar frente a la comisaría un guardia que se aburría en el umbral le dijo:

-¡Alto!

-Aquí toy, señó.

-Su carnet.

Señó, cainé tengo, pero ta pa llená

-Y por qué no lo ha hecho llenar.

-Güeno… Resuta que yo tabajo too lo día e la semana. Y ahí ta don Erique Cabreira, que mi bueye se caen de hambe, mueto, jalando agua hata lo día domingo pa la casacienda. Po ese motivo no pueiro i al pueblo. Dicen que hay que i a tomase una fotorgafía en un apadato, quiuno se pone derante, y atrá una con capa nera dice: “¡Etric! Ya ta lito”. Y dicen quese apadato queda en una calle que se llama Derecha, y como quieda que yo no vual pueblo dede

quesa calle era torcira…

-Bueno, bueno. Dígame: ¿y cómo es que ahora usted no está trabajando con los bueyes?

-No créea. Yo me dao un brinco pacá, a pedí eta paja e frijó pa mi bueye que me tan eperando junto al pozo diagua pa seguí trabajaindo. Sian caído de hambe y mian dicho: “Quedemo paja e frijó pa seguí trabajaindo”.

-Ah ¿sí?

-Así e, señó.

-¿Y dónde queda ese pozo de agua?

Ya. Uté ta aquí, ¿no? ¿Uté ve esa planta e pacay que ta allá abajo? Esa planta e de Bernardrino. Má abajito, ahí cae el pozo.

-¿Y dónde vive usted?

-Ya. Uté ta aquí, ¿no? ¿Uté ve esa planta de epigua que ta allá ponde viene volando esa mancha e pericos? Esa planta e de…

-Ya, ya váyase.

-Cómo no, señó.

(De Monólogo desde las tinieblas)



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