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LA DATACIÓN DE LAS MUESTRAS DE LA SUPUESTA TUMBA DE JESUCRISTO ES REVELADA

Publicado el 30/11/17

Los antiguos materiales de construcción datan de la época romana, lo que sugiere que el legado del lugar sagrado original ha sobrevivido pese a haber quedado destruido hace 1.000 años.

A lo largo de los siglos, la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén ha sido objeto de ataques violentos, incendios y terremotos. Quedó totalmente destruida en el año 1009 y se reconstruyó posteriormente, lo que ha llevado a los académicos modernos a cuestionar si realmente se trata del lugar identificado como la sepultura de Jesucristo por una delegación enviada desde Roma hace unos 17 siglos.

Ahora, los resultados de pruebas científicas revelados a National Geographic parecen confirmar que los restos de una cueva de piedra caliza dentro de la iglesia son restos de la tumba localizada por los antiguos romanos.

Las muestras de mortero tomadas de entre la superficie caliza original de la tumba y la losa de mármol que la cubre datan de en torno al año 345 d.C. Según los relatos históricos, la tumba fue descubierta por los romanos y consagrada en torno al año 326 d.C.

Hasta ahora, las pruebas arquitectónicas más antiguas descubiertas dentro y alrededor del recinto del sepulcro databan de la época de las cruzadas, por lo que se creía que tenía poco más de 1.000 años.

Aunque es arqueológicamente imposible afirmar que la tumba fue el lugar de reposo de un judío conocido como Jesús de Nazaret, quien según el Nuevo Testamento fue crucificado en Jerusalén en el año 30 o 33 D.C., los nuevos resultados de datación indican con seguridad que la construcción original del recinto de la tumba actual tuvo lugar en la época de Constantino, el primer emperador romano cristiano.

La tumba se abrió por primera vez en siglos en octubre de 2016, cuando un equipo interdisciplinario de la Universidad Politécnica Nacional de Atenas llevó a cabo importantes trabajos de restauración en el templo que contiene la tumba, conocida como el Edículo.

Fue entonces cuando se tomaron diversas muestras del mortero de diferentes lugares del Edículo para su datación y recientemente la supervisora científica principal Antonia Moropoulou, que dirigió el proyecto de restauración del Edículo, envió los resultados del análisis a National Geographic. Cuando los representantes de Constantino llegaron a Jerusalén en torno al año 325 d.C. para localizar la tumba, supuestamente les indicaron un templo romano construido unos 200 años antes. El templo romano quedó arrasado y las excavaciones bajo su estructura revelaron una tumba excavada en una cueva de piedra caliza. La parte superior de la cueva se retiró para dejar al descubierto el interior de la tumba y a su alrededor se construyó el Edículo.

Una característica de la tumba es una especie de repisa larga o «lecho funerario» que, según la tradición, habría sido el lugar donde se colocó el cuerpo de Jesucristo tras su crucifixión. Los estantes y los nichos como estos, tallados en cuevas de piedra caliza, son un rasgo habitual en tumbas pertenecientes a judíos ricos de la Jerusalén del siglo I.

Se cree que el revestimiento de mármol que recubre el «lecho funerario» se instaló en 1555, como muy tarde, y que probablemente estuvo presente desde mediados del siglo XIV, según los relatos de los peregrinos.

Cuando se abrió la tumba la noche del 26 de octubre de 2016, los científicos se quedaron sorprendidos por lo que encontraron bajo el revestimiento de mármol: una losa de mármol más antigua y quebrada, con una cruz grabada, descansaba directamente sobre la superficie original de piedra caliza del «lecho funerario».

Algunos investigadores especularon que esa losa más antigua podría haberse colocado durante la época de las cruzadas, mientras que otros ofrecieron una fecha anterior, sugiriendo que podría haber estado allí y haberse roto cuando la iglesia quedó destruida en el año 1009. Sin embargo, nadie está dispuesto a afirmar que se trate de la primera prueba del primer santuario romano en este lugar.

Los resultados del nuevo análisis, que revelan que la losa inferior probablemente se colocó a mediados del siglo IV bajo las órdenes del emperador Constantino, son una grata sorpresa para los estudiosos de la historia del monumento sagrado.

«Obviamente, esa fecha ha dado en el clavo hiciera lo que hiciera Constantino», afirma el arqueólogo Martin Biddle, que publicó un estudio muy influyente sobre la historia de la tumba en 1999.  «Es algo extraordinario».

Durante la restauración del Edículo, que duró un año, los científicos también pudieron determinar que una gran cantidad de la cueva funeraria ha quedado dentro de los muros del templo. Las muestras de mortero tomadas de los restos de la pared sur de la cueva datan de los años 335 y 1570 d.C., algo que aporta pruebas adicionales sobre los trabajos de construcción del periodo romano, así como una restauración documentada en el siglo XVI. El mortero de la entrada de la cueva data del siglo XI y concuerda con la reconstrucción del Edículo tras haber quedado destruido en el año 1009.

Las muestras de mortero se analizaron de forma independiente en dos laboratorios por luminiscencia estimulada ópticamente (OSL, por sus siglas en inglés), una técnica que determina cuándo se expuso más recientemente a la luz el sedimento de cuarzo. Moropoulou y su equipo publicarán sus resultados científicos en el próximo número de la revista Journal of Archaeological Science: Reports.



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