Pasemos del ‘Vaso Medio Vacío’ al ‘Vaso Medio Lleno’
Tenemos todo lo necesario para ser un país rico, sin pobreza, sin desigualdad y con una calidad de vida estupenda para todos los peruanos; pero nos empeñamos, una y otra vez, en perder nuestras mejores oportunidades, en dejarnos llevar por la pequeñez y en agravar nuestras diferencias, en vez de mirar el futuro desde nuestras capacidades y realizaciones.
Hurgamos siempre en el vaso medio vacío y no asumimos la obligación moral de superar nuestras limitaciones con nuestras inmensas capacidades. Vemos nuestra historia en compartimientos estanco, no podemos entender que la vida de una nación es un continuo de aciertos y fracasos que no deben llevarnos a perder de vista que la tarea grande está siempre adelante.
El Perú es un país privilegiado
Nuestra gente es la expresión social de la resiliencia. Pero seguimos condenados a revolcarnos en nuestras limitaciones por la ausencia de una clase dirigente iluminada y comprometida con el bienestar general.
PRUEBAS AL CANTO
Después de persistir por décadas en el error, cuando habíamos abandonado hasta la esperanza, llegamos a un año 1990, exánimes y empobrecidos (ciudadanos, empresas y Estado), acosados por la hiperinflación y el terrorismo, lejos del mundo y sin recursos; un gobierno que no creía en la necesidad de reinventar el país (el de Alberto Fujimori), se encontró con un solo camino por delante, reconocer la profundidad de nuestra crisis económica y social, alejarse de la política tradicional, y modernizar nuestra estructura política con una Constitución, la de 1993, que le devolvió a los ciudadanos y empresas la capacidad de apostar por el crecimiento y la inclusión.
Nadie puede negar que muy pronto nos echamos a crecer. Entre 1993 y 1997, crecimos en promedio 7.5% por año. Lamentablemente, lo interrumpimos con el corte (provocado por torpeza) de la cadena de pagos en 1998 y por la corrupción política que terminó desbaratando los años 90.
Superado este trance, desde inicios del nuevo siglo, retomamos el crecimiento y hasta el 2011 (cuando perdimos la brújula), de la mano de la inversión privada, logramos reducir sustancialmente la pobreza y la desigualdad, mejoramos todos los indicadores sociales, creamos empleo de calidad en las regiones, se consolidó una nueva clase media emergente, dinamizamos la sierra rural, y regresamos al mundo a decir estamos presentes con nuestros productos y el trabajo de nuestra gente para traer riqueza para los peruanos.
Pasamos de exportar US$ 3,500 millones anuales (1990) a US$ 45,000 millones (2012), multiplicamos el PBI per cápita por 6 y, llegamos a invertir el 28% del PBI, US$ 55,000 millones por año.
Cual ‘Ave Fénix’ habíamos vuelto a ocupar nuestro espacio en la historia y nos convertimos en la admiración de todo el mundo.
PERO PERDIMOS LA FE
Sin embargo, no habíamos logrado aún reformar nuestras instituciones, la calidad de la política interna, ni convocar a nuestra clase dirigente a defender nuestros avances y abandonar el “Goce” para asumir el reto de completar las tareas pendientes.
Así, el 2011 caímos en un gobierno que desconoció nuestras realizaciones, instaló la desconfianza en el sector privado en la administración pública y puso, nuevamente, la ideología antes que el desarrollo. Ofreció crecimiento con inclusión, pero no tuvimos ni crecimiento, ni inclusión.
Perdimos cinco años y el ritmo. Se paró el motor de la economía, la inversión privada. Se pararon los proyectos mineros que habían generado encadenamientos inter sectoriales extraordinarios, como el que propició la reconversión de nuestra industria nacional, que sin muletas, se tornó competitiva y exportadora.
UNA NUEVA OPORTUNIDAD
En las elecciones del 2016, en la primera vuelta, que es la que cuenta, pues expresa la orientación política y programática de los ciudadanos, los peruanos rechazamos los cantos de sirena de la refundación, del cambio de constitución y de modelo económico. Hasta en un 80%, se optó por profundizar nuestro desarrollo, completar las reformas institucionales y promover la inversión.
Pero el candidato PPK y su equipo, que llegaron por puesta de mano a la segunda vuelta, optaron por acercarse a los que representaban el otro 20%, las izquierdas y el gobierno saliente para sumar apoyos que les permitieran ganar la presidencia.
Así se planeó y así sucedió. Y más allá de lo corrosivo de la segunda vuelta, se puede entender la opción estratégica electoral. Lo que no se puede entender, es que una vez en el gobierno, PPK y su equipo, persistan en el enfrentamiento con Fuerza Popular (FP), que ostenta la mayoría parlamentaria y el mayor apoyo popular en el país. Máxime, si el equipo de gobierno es débil y desestructurado.
Peor aún, cuando las cosas se complicaron al punto de la multi crisis que enfrentamos estos días, PPK y su equipo persisten en el error, siguen ahondando las brechas con FP, afectando la gobernabilidad y condenando al país al estancamiento. Siguen discutiendo sobre quién tiró la primera piedra, pues, les guste o no a los PPKausas, le toca al Presidente del país, al político de mayor edad y rango, reaccionar hacia la ponderación y la armonía.
GOLPE DE TIMÓN
Las graves circunstancias por las que atraviesa la república, requieren medidas del siguiente orden:
La alternativa de no hacer cambios y superar las trampas en que estamos, es caer pronto en riesgos de gobernabilidad, ruptura de la cadena de pagos y alteraciones sociales.
Tenemos que invitar a los peruanos a soñar con un futuro de realizaciones y bienestar general. El Perú es grande, infinito, solo tenemos que aprovechar nuestros recursos y capacidades con un liderazgo oportuno y responsable.Lampadia