Zahrud Fuadi tiene 39 años y el tsunami parece perseguirlo, vaya adonde vaya. Hace seis años, vivía con su familia en Atjeh, la provincia indonesia más castigada por el maremoto.
“El 26 de diciembre de 2004, justo después del sismo, me escapé en una moto con mi mujer y mis dos hijos. Cuando el tsunami arrasó el lugar, ya estábamos bastante lejos, al revés que muchos de nuestros vecinos que no huyeron tan rápido como nosotros”, cuenta al diario indonesio Kompas este profesor, que enseñaba técnica en maquinaria en la universidad Syah Kuala. A su casa se la llevó la ola gigante. Y él se convirtió en un refugiado.
Un año después de esa catástrofe, Zahrul recibió una beca para realizar su doctorado en la Universidad Tohoku, en Sendai. Hacia allá partió con su esposa, Dewi Karyani, y sus hijos. “Hace seis años que vivo en Japón y estaba a punto de volver a Indonesia”, dice, apesadumbrado porque no podrá llevarse su título, pero feliz por haber sobrevivido por segunda vez a un tsunami.
El pasado viernes 11 de marzo, cuando la tierra empezó a temblar, el profesor Zahrulestaba defendiendo su tesis en el segundo piso de la universidad. “En Japón hay temblores regularmente, pero ese día era distinto”, recuerda. “El sismo fue de una intensidad y duración inhabituales, cerca de dos minutos, algo parecido a lo que sentí en Atjeh aquella vez. Enseguida pensé: habrá un tsunami”, agregó.
Por suerte, el agua no alcanzó la universidad de Tohoku, ubicada a unos 15 kilómetros de la costa y en altura. Pero Zahrul tuvo que dejar Sendai y hoy es nuevamente un refugiado. Fue evacuado por un equipo de socorro de la embajada de Indonesia en el Japón y se prepara ahora para volver a su patria. “Me entristece partir, porque no pasé mi doctorado y mis niños están en pleno año escolar. Pero agradezco estar con vida”, señaló.
En total, 1.301 ciudadanos indonesios están registrados en la embajada como residentes en Japón. Según informó la sede diplomática, 376 todavía no dieron signos de vida.