Apareció súbitamente, desnuda por la noche, encaró en toda su vulnerabilidad a agentes federales y con su cuerpo como única arma venció la fuerza de los gases lacrimógenos y otras formas de poder policial.
Esa escena describe no un relato onírico sino la real y singular aparición de una mujer, a la que se le ha llamado la “Atenea desnuda”, en la madrugada del pasado sábado 18 de julio en las calles de Portland, Oregon, durante una noche de tensión entre las fuerzas del orden y manifestantes que protestan contra la brutalidad policiaca y el racismo.
En Portland esas protestas han tenido lugar desde finales de mayo, cuando George Floyd murió a manos de policías en Minnesota, y aunque en parte han sido pacíficas también han presentado incidentes de vandalismo y represión policial.
Todo ello llegó a un grado tal que el gobierno federal envió agentes especiales, al parecer de los US Marshals y otras agrupaciones, con el propósito de proteger edificios federales (la corte federal en Portland ha sufrido asedio), pero también habrían realizado prácticas calificadas como intimidación y vulneración de los derechos civiles.
Por ejemplo, se ha denunciado –y según la agencia EFE el gobierno de Oregon ya presentó una demanda contra el gobierno federal al respecto– que esos agentes enviados por la administración de Trump operan en camionetas sin marca, con uniformes que no los identifican claramente y realizan detenciones de personas que no están ya en manifestaciones ni en propiedad federal, sin identificarse y sin causa probable para realizar arrestos.
Eso ha sido considerado anticonstitucional y violatorio de los derechos civiles por entidades como la Unión Americana de los Derechos Civiles y por el propio gobierno estatal de Oregon, quien ha señalado que no desea la actividad de esos agentes federales en las calles, pues considera que solo incrementan la tensión y desatado problemas adicionales.
De acuerdo al relato del Los Angeles Times, los agentes federales habían estado lanzando gases irritantes para desplazar de las calles a manifestantes cuando, a eso de la 1:45 de la madrugada, una mujer desnuda, cubierta solo con un gorro y una mascarilla, se plantó a la mitad de la calle frente a los oficiales, estos vestidos en uniformes camuflados de tipo militar y provistos de rifles y máscaras antigás.
La mujer, de la que se desconoce su identidad, se plantó frente a esos agentes federales. Con calma y dejando atónitos a manifestantes y oficiales, se convirtió en el centro de atención en el lugar. Por momentos simplemente estuvo de pie frente a los agentes, señalándolos, y en algunas otras ocasiones realizó posturas de ballet y yoga para amplificar la exposición de su cuerpo desnudo.
En un momento los oficiales lanzaron gases pimienta frente a ella y otro manifestante se colocó con un escudo delante de la mujer desnuda en un afán de protegerla. Pero ella se apartó al poco y volvió a la calle. Su condición desnuda, a la intemperie, con enorme vulnerabilidad y encarando a agentes federales que a lo largo de esa y otras noches habían estado realizando agresivas y controversiales acciones para dispersar a los manifestantes, incluso con las tácticas consideradas ilegales por las autoridades estatales, fue su poderosa, pacífica e impactante arma.
