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Rusia y Turquía establecerán esta medianoche un alto el fuego en Idlib
05/03/2020 Internacional

Tras seis horas de unas conversaciones que el presidente ruso, Vladímir Putin, calificó de «nada fáciles», éste y su homologo turco, Recep Tayyip Erdogan, alcanzaron hoy en el Kremlin un acuerdo para un alto el fuego en la provincia siria de Idlib que entró en vigor la pasada medianoche. Según Putin, el memorándum firmado «deberá poner fin al sufrimiento de la población civil».

El máximo dirigente ruso subrayó la dificultad de las conversaciones, pero se congratuló del resultado «positivo» obtenido con su colega turco. Los términos del documento suscrito por ambas partes fue dado a conocer por los ministros de Exteriores ruso y turco, Serguéi Lavrov y Mevlut Cavusoglu. La tregua arranca a partir de las 00.00 horas de este viernes, según el primer punto del memorándum.

El punto dos establece la creación de un pasillo de seguridad con una profundidad de 6 kilómetros al norte y 6 al sur de la carretera M4, que une las localidades de Serakib y Latakia. Los términos concretos sobre el funcionamiento de este corredor de seguridad deberán consensuarse en un plazo de siete días por los ministerios de Defensa de Rusia y Turquía. El tercer y último punto habla de la organización de patrullas conjuntas de fuerzas rusas y turcas en el tramo de la M4 que pasa por Idlib a partir del 15 de marzo.

Todo ello para propiciar el regreso de los civiles que en los últimos días tuvieron que abandonar su hogares en Idlib debido a los combates. Erdogan, no obstante, avisó que su país se reserva el derecho de responder a posibles ataques de la fuerzas gubernamentales sirias.

Putin ha justificado la ofensiva del Ejército sirio, a la que Turquía ha hecho frente con sus tropas en los últimos días, en el hecho de que los insurgentes de Idlib no cesaban sus ataques. El máximo dirigente ruso señaló que con Erdogan mantiene discrepancias, pero, según sus palabras, «en los momentos críticos siempre hemos encontrado puntos de contacto para hallar soluciones (…) y lo mismo ha sucedido hoy».

Ante el alarmante cariz que tomaban los acontecimientos en Idlib, en donde el jueves 27 de febrero perecieron 36 militares turcos en un bombardeo que el Ministerio de Defensa ruso atribuyó a aviones sirios que daban cobertura a la vasta ofensiva desencadenada por las tropas de Bashar al Assad, Erdogan, telefoneó a Putin, para pedir explicaciones y emplazarle a mantener el encuentro celebrado ayer en la capital rusa.

Castigar a las tropas de Assad

Para acudir a las negociaciones en Moscú en posición de fuerza y de paso mostrar firmeza ante los suyos, el presidente turco dio orden a sus tropas de castigar a las tropas de Assad con la máxima dureza como represalia. Los ataques del Ejército turco en Idlib y en otros puntos de Siria no han cesado desde la semana pasada.

Por otro lado, la ONG Observatorio Sirio para los Derechos Humanos sostiene que el avance del Ejército sirio para reconquistar Idlib, iniciado en abril de 2019 y que cuenta con la inestimable ayuda militar de Moscú, ha causado desde comienzos de diciembre la huida de cerca de un millón de personas y la muerte de casi 500 civiles, cifras confirmadas también por la ONU.

El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, dijo el jueves en relación con el nuevo encuentro que hoy mantuvieron Putin y Erdogan, uno más de los muchos que llevan celebrando casi cada mes desde que rehicieran sus relaciones y se reconciliaran en 2016, que «las expectativas son llegar a un entendimiento común sobre los antecedentes y las causas de la crisis, el carácter negativo de sus consecuencias y el conjunto de medidas necesarias para prevenir su agravamiento». Por su parte, el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, ha advertido que las tropas sirias «tienen todo el derecho a luchar contra los terroristas» en Idlib.

Rusia y Turquía ya acordaron en Sochi, en septiembre de 2018, un plan para acabar con el último bastión del yihadismo que queda en Siria, Idlib, pero haciéndolo sin masacrar a los civiles y evitando una estampida de refugiados como la que se está viendo ahora en dirección hacia Grecia.

Para ello se creó una zona desmilitarizada en una franja de 15-20 kilómetros de anchura de la que, según Putin explicó entonces, deberían haber salido «todos los insurgentes radicales como el Frente al Nusra» (Al Qaida) así como también la retirada todo el armamento pesado como tanques, lanzaderas de misiles, piezas de artillería y hasta morteros. El acuerdo supuso el cese de las operaciones del Ejército sirio en la zona.

La región de Idlib está controlada en un 60% por el grupo yihadista Hayat Tahrir Al Sham, del que forma parte la antigua rama del Al Qaida en Siria. Pero en el enclave hay también grupos armados afines a Turquía. En la provincia hay además 12 puestos de control y observación del Ejército turco en misión dentro del marco de los acuerdos de creación de las zonas de «desescalada». Ankara temía ya entonces que una acción militar de Assad con la ayuda de Rusia pusiera en grave peligro a sus militares como así sucedió la semana pasada.

Incumplir lo pactado

Rusia ha acusado a Turquía de no cumplir lo pactado en Sochi al no haber separado a la oposición moderada presente en Idlib de los terroristas y, en general, de no haber sabido calmar la situación. Mientras, Ankara insiste en que no retirará sus fuerzas de la zona. Analistas azerbaiyanos afirman que Idlib es para Turquía lo que Donbass, en el este de Ucrania, es para Rusia.

Lavrov advirtió esta semana que Rusia no reducirá su presencia militar en Siria bajo ningún concepto y, refiriéndose al flujo de civiles hacia Turquía y la UE, aseguró que «entendemos lo grave que es para la Unión Europea la llegada de refugiados y la inmigración ilegal, pero no podemos detener la lucha contra el terrorismo para resolver el problema de los desplazados» por la guerra. Los analistas sabían que a Putin y Erdogan les costaría alcanzar un acuerdo, pero confiaban en que acabaría abriéndose paso. Otra cosa va a ser su duración. Todas las treguas pactadas anteriormente han terminado fracasando antes o después.

FUENTE: EL PAÍS

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