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25/07/2017 Articulos

BRASIL 2014. La selección peruana no asiste a un mundial desde hace más de treinta años, pero esto no implica que los hinchas se abstengan de participar del mismo. Con la tranquilidad que les proporcionaba no ver en acción al representante de su país, aspiraron ver el Mundial carioca con objetividad e imparcialidad. Sin embargo, ni bien comenzó el torneo los hinchas tomaron partida por una selección sudamericana. Como en anteriores torneos, se inclinaron por Brasil y en menor medida por Argentina. No fue casual, Brasil es pentacampeón y siempre ofreció un fútbol efectivo y vistoso, y su gente es muy alegre y simpática; Argentina ha obtenido dos copas mundiales, y en esa oportunidad contaba con Lionel Messsi, el mejor jugador del mundo. Si en cada evento disminuyen sus adherentes es por su fama de arrogantes. Quizás sea exagerada, de hecho muchos se esmeran por disiparla, pero su embajador por excelencia, Diego Armando Maradona, no hace otra cosa que refrendarla. Por lo hecho en el Mundial de Sudáfrica, la selección de Uruguay también contaba con adeptos, a pesar de que en su juego predomina la fuerza, la garra y los pelotazos. Colombia y Ecuador eran una incógnita; sus antecedentes en este tipo de eventos no los hacía digno de confianza. Chile contaba con una excelente selección, un sistema de juego muy efectivo en el ataque y jugadores que destacaban en equipos europeos; además, no lo hizo nada mal en el mundial anterior. Es decir, como nunca los hinchas peruanos se sentían comprometidos a apoyar con ahínco a todos sus rivales de turno.

Pocos lo ignoran, algunos lo sospechan, pero casi todos admiten que el mundial no se inicia en el campo de juego sino en una urna de vidrio. Las bolas que esconden los nombres de los países que conformarán los grupos las elige el azar. Está demostrado que formar parte de un determinado grupo condiciona la participación de una selección en el proceso mundialista. Culminado el sorteo, es fácil advertir que no todos los grupos son proporcionales: Hay grupos de fuerzas equitativas y grupos de fuerzas desparejas, grupos de la muerte y grupos de la suerte. En el Mundial Corea-Japón 2002 el azar quiso que a Argentina le tocara eliminarse con Suecia, Inglaterra y Nigeria. A Brasil, por su parte, le tocó enfrentar a Turquía, Costa Rica y China. Como se recuerda, Argentina no pudo pasar a la siguiente fase; Brasil, en cambio,  empezó el camino que lo convertiría en pentacampeón mundial.

Esta vez la suerte le fue favorable tanto a Brasil como Argentina, aunque más a ésta que aquel. Sin embargo, el rendimiento de ambos en la primera fase no resultó del todo convincente. Brasil había renunciado a su expresión futbolística, al jogo bonito, mientras que Argentina dependía demasiado de Leonel Messi. Por el contrario, Colombia ganaba y practicaba un fútbol de gran nivel. Sin duda Costa Rica había sido la gran sorpresa del campeonato y muchos hinchas ya empezaron a hacerle barra. Ecuador no decepcionó, jugó tan feo como siempre y fue rápidamente eliminado. México demostró una vez más que estaba hecho para este tipo de torneos; ante Brasil muchos hinchas prefirieron apoyar al equipo azteca. Pero la deserción fue pasajera, pues en Octavos de Final se iba a enfrentar a Chile, que no pudo acabar primero en su grupo porque el poderoso equipo holandés no se lo permitió.

En los primeros minutos Brasil salió con toda su artillería pesada dispuesta a aplastar a Chile. Cuando convirtió el gol, los hinchas pensaban que se venía la goleada, pero los araucanos mejoraron en su juego y lograron emparejar el marcador. A medida que pasaban los minutos el fútbol brasileño decrecía en su juego hasta desfigurarse; los chilenos en cambio llegaban con orden y peligro al arco contrario. Aunque costaba trabajo aceptarlo este era el peor equipo brasileño de su historia. A los 62 minutos del segundo tiempo, Luis Felipe Scolari dirigió su mirada al banco de suplentes y decidió enviar al gramado a João Alves de Assis Silva, más conocido como Jo. Así como su nombre y apellido se redujeron a una sola sílaba, su rendimiento en el campo se fue diluyendo hasta casi desaparecer. Aún así los hinchas seguían esperanzados que este Brasil de pobreza franciscana derrotara a este excelente equipo chileno, sin duda uno de los mejores de su historia. No importaba que fuera con la mano de Dios, la patada del diablo o la ayuda del árbitro. Pero el ansiado gol no llegó y tuvieron que definir su pase a la siguiente fase por la vía de los penales. Antes de patearlos varios jugadores brasileños irrumpieron en llanto. A diferencia de Sudáfrica 2010, en este mundial no había pulpo Paul que desempeñara el papel de oráculo. No obstante, parece que Casandra se había reencarnado en varios jugadores brasileños, vislumbrando acaso un futuro desolador. Luis Felipe Scolari se encargó de consolarlos, aunque él tenía más motivos para ponerse a llorar, pues se había dado cuenta que nunca debió dirigir esta selección, que jamás iba a lograr el objetivo y que por más que lo deseara ya no podía renunciar. Para algarabía de los brasileños y de los hinchas peruanos, Brasil se equivocó menos en los penales y eliminó a Chile. Aún el mundial no llegaba a un nivel de excelencia, pero digamos que había dado un paso importante.

Eliminado Chile, los hinchas peruanos se sentían en condiciones de exigir que Brasil saque a relucir un fútbol de más nivel ante los colombianos; no podían aceptar que el legado de Pelé, Garrincha, Ronaldo, Ronaldinho y Romario se hubiera echado a perder. Colombia había dejado en el camino a Uruguay, que sin Luis Suárez había decrecido considerablemente su agresividad en el ataque. Pero ante Colombia los hinchas observaron con claridad lo que no vieron o no quisieron ver cuando los cariocas jugaron contra los chilenos: Un conglomerado de Atilas, Vikingos y Hulks disputando un balón. Todo lo contrario sucedía con los colombianos, quienes trataban de jugar con la pelota al ras de la cancha. Pero los bárbaros brasileños no le permitían realizar su juego; James Rodríguez y Juan Guillermo Cuadrado fueron marcados sin compasión, contando con la anuencia del árbitro español. Y tal como sucedió contra Chile, los cariocas sacaron provecho al máximo de las pelotas paradas: Thiago Silva anotó de un rodillazo un tiro de esquina lanzado por Neymar. En el segundo tiempo, los colombiano recién pudieron realizar su fútbol característico, pero sin lograr llegar con peligro al arco de Julio César. Cuando mejor estaban jugando, les llegó el tiro de gracia a través de un golazo de tiro libre de David Luiz. Sin embargo, el talento de James Rodríguez le permitió convertir el gol del descuento. Brasil había ganado el cotejo, pero dejó la sensación de que con su propuesta futbolística no merecía ser el campeón de su mundial. Argentina, por su parte, después de haber jugado partidos amistosos en la primera rueda, que le permitió al técnico Sabella armar el cuadro titular, se enfrentó a Suiza. Y si bien le ganó gracias a una genialidad de Messi y a una definición magistral de Di María, tampoco se le veía como un cuadro merecedor del trofeo mundialista.

Los hinchas tienen por costumbre designar a un candidato que en su concepto va a obtener el campeonato mundial. A la hora de llevar a cabo la elección, en su mente suelen intervenir cuatro fenómenos: El emotivo (el que desea que gane), el cognitivo (el que piensa que va a ganar), el intuitivo (el que le tinka que va a ganar) y el volitivo (el que le merece que gane). Por ser un fenómeno poco común no se incluye el sueño premonitorio, que en algunos casos pueden tratarse de pesadillas premonitorias, por ejemplo, que se sueñe que Chile va a obtener el campeonato mundial. Se sabe que la mayoría de hinchas deseaba que Brasil obtenga el trofeo mundialista; asimismo, pensaba que, estando en su cancha, en su ambiente y con su público, tenía muchas posibilidades de lograrlo. Quizás a una minoría le tinkó que podía alcanzar la meta. Quienes consideraban que merecía lograr el objetivo final posiblemente pensaban en la fuerte inversión del gobierno, la expectativa que había generado en los hinchas y el afán por borrar el sabor amargo del Maracanazo.  A poco de comenzar la Semifinal ya se vislumbraba la selección que obtendría el campeonato mundial Brasil 2014; en esta instancia ya se tenía más o menos claro cuál era el equipo que merecía alzarse con la copa.

A Brasil le tocaba enfrentarse al equipo que mejor había venido jugando en este largo proceso eliminatorio: Alemania. En este encuentro se confirmó que el llanto de los jugadores brasileños previo a la definición de penales con Chile no había sido casual.  Era el llanto premonitorio de una catástrofe de grandes proporciones, con una magnitud 7,0 en la escala de Richter, que trajo consigo un herido y millones de muertes, el orgullo de un país herido de gravedad y la muerte de las ilusiones de millones de hinchas. A los once minutos sufrió el primer remezón, Thomas Müller aprovechó un descuido de la defensa brasileña para convertir. Del minuto 23 hasta el minuto 29 se produjo la hecatombe, Klose, Kroos (en dos oportunidades) y Khedira sacaron el máximo provecho a los errores infantiles del bloque defensivo carioca marcando cuatro goles. En el segundo tiempo, Andre Shürrle anotó dos goles más a los 69 y 79 minutos. El gol de honor para los auriverdes lo convirtió Oscar faltando poco para que acabe el encuentro. Con siete goles en contra, Brasil había quedado eliminado con una goleada sin precedentes.

En la otra llave, Argentina no pudo derrotar a Holanda en el plazo reglamentario ni en los tiempos suplementarios. Sin embargo, en la ejecución de penales, los gauchos no fallaron ningún tiro y ganaron a los holandeses por 4 a 2. A muchos hinchas la Argentina de Messi y compañía les hacía recordar a la Argentina de Maradona. Sin embargo, si bien en esta última destacaba nítidamente Maradona, no era menos cierto que contaba con jugadores de gran jerarquía como Jorge Burruchaga y Jorge Valdano. En Brasil 2014, Messi solo contaba con Di María, pero una lesión ante los belgas lo dejó fuera del resto del mundial. Para el encuentro final contra Alemania, Messi debía de bregar prácticamente solo. Las dos grandes oportunidades de gol ante los alemanes las tuvieron Gonzalo Higuaín y Rodrigo Palacio. Empero, ambos carecieron de categoría para definir. Alemania, en cambio, sólo tuvo una clara y no la desaprovechó. No sabemos si Alemania fue un justo vencedor del partido, pero sin duda fue un justo campeón. Como sudamericanos, a los hinchas les duele que un representante de Europa haya vencido en la final a uno de Sudamérica adjudicándose el máximo trofeo del fútbol. Asimismo, que una selección europea haya obtenido por primera vez una copa del mundo en tierra sudamericana. Como si no fuera suficiente, con la obtención de la copa por Alemania, Europa sumó 11 copas, en tanto que Sudamérica se quedó con 9. Sin embargo, más allá de disquisiciones futbolísticas y comparaciones estadísticas, los hinchas son conscientes que ganó el que practicó mejor fútbol a lo largo del torneo. Es por tanto legítimo afirmar que ganó el fútbol. 

 

Copa América 2015. Torneo sudamericano organizado por la Conmebol (órgano afiliado a la FIFA) que se realizó en Chile. Era la sétima vez que  el campeonato se efectuaba en el país sureño. El sorteo para la conformación de los grupos se llevó a cabo el 24 de noviembre del 2014. De los tres grupos eliminatorios, a Perú le tocó en suerte formar parte del grupo C. Encabezado por Brasil, el grupo lo completaban Colombia, Venezuela y Perú. Para Brasil y Colombia, se trataba de un grupo asequible. Para Perú era el grupo de la muerte. Dado que el partido definitorio ante Venezuela se iba a llevar a cabo recién en la tercera fecha, por lo menos se tenía la certeza de que la muerte no iba a ser súbita. Aunque los más pesimistas se preguntaban si no hubiera sido mejor recurrir a la eutanasia, en la modalidad de suicidio asistido. En su primer encuentro ante Brasil, se preveía que Perú iba a caer por demolición, y en su segundo encuentro contra Colombia, si es que le oponía resistencia, iba a sucumbir por nocaut técnico, es decir, por la mínima diferencia. Ni la afición ni los medios de comunicación confiaban en Ricardo Gareca, a quien veían como un sucedáneo de Sergio Markarián. Y es que bajo su mando el equipo nacional no daba muestras de un cambio sustancial. La postergación de figuras promisorias como Irven Ávila y Cristian Benavente y la persistencia en jugadores acabados como Claudio Pizarro y Juan Vargas eran una muestra clara de su renuencia a la renovación.  Flaco, viejo y demacrado, su rostro parecía reflejar la decadencia del fútbol peruano. Sin embargo, el derrotismo no cundió en todos los aficionados. Si la selección no les proporcionaba esperanza alguna, en cambio sí lo hacían los números. Los números, esos símbolos que expresan con toda frialdad, crudeza y precisión la aciaga realidad del fútbol peruano, revelaban un futuro prometedor de Perú en Chile: Nada menos que la obtención de la Copa América. A través de una lógica secuencial el equipo peruano debía de repetir la hazaña lograda hace cuarenta años: Alemania, campeón del mundo en 1974; Perú campeón de la Copa América en 1975. Alemania, campeón del mundo en el 2014; ergo, Perú campeón de la Copa América en el 2015. Como si la cábala numérica hubiese influido en el técnico Gareca y en los jugadores, la selección ofreció en su primera etapa una actuación bastante aceptable. Se pudo apreciar un equipo ordenado, dinámico, tácticamente disciplinado, con variantes y mucha entrega. A medida que se sucedían los encuentros su rendimiento fue in crescendo Si ante Brasil mostró algunos desajustes, sobre todo en la zona posterior, ante Colombia y Venezuela tuvo un desempeño casi impecable. Clasificado en segundo lugar, debía enfrentarse a Bolivia, su alma gemela en las Eliminatorias. De todos los rivales posibles, Bolivia era el más asequible. Desde hace más de treinta años Bolivia es el amortiguador de Perú: Salvo el 2010, Bolivia ha impedido que Perú ocupe el último escalafón en la tabla de las Eliminatorias. El honor de Perú parecía estar, pues, en buenas manos. Sin mayores inconvenientes, Perú derrotó a Bolivia por 3 a 1. Rememorando épocas gloriosas, la selección ganó practicando un fútbol moderno y vistoso. Se había clasificado a semifinales y debía enfrentarse a Chile, en su cancha y con su público. En los primeros veinte minutos Perú no sólo neutralizó a Chile, sino que también llegó a su área con peligro hasta en dos oportunidades. Todo hacía presagiar un final feliz, pero Carlos Zambrano cometió tres faltas consecutivas que le ocasionaron la tarjeta roja. La cábala numérica había empezado a resquebrajarse. Con un jugador menos, Chile se le fue encima. Pero si bien llegaba con cierta regularidad al arco de Pedro Gallese, su ataque carecía de profundidad. En el minuto 41 Chile logró abrir el marcador. La suerte parecía estar echada. Sin embargo, en el minuto 59 Luis Advíncula lanzó un potente centro que el defensa chileno Medel envió a su propio arco. La sensación de que la cábala numérica se estaba materializando embargó a muchos aficionados. Pero ésta solo sólo duró tres minutos, pues Vargas convirtió el segundo y definitivo gol. Chile, que en el partido anterior había goleado sin piedad a Bolivia, ahora derrotaba a Perú con un marcador ajustado. Una vez más los números se pusieron al servicio de los chilenos. Una vez más las estadísticas y la historia jugaron a favor del rival. Una vez más Perú no pudo darle vuelta a las profecías de Nostradamus, a los vaticinios de San Malaquías ni a las predicciones de la Virgen de Fátima. A muchos aficionados les costó mucho asimilar el resultado. El arsenal de frases hirientes contra los chilenos les resultaba insuficiente, de modo que optaron por atacar al responsable directo de la derrota: Carlos Zambrano Ochandarte. Sin prisa pero con determinación revisaron la nómina de empleados de las tiendas Tottus, Ripley y Saga Falabella, estudiaron profundamente el árbol genealógico de su familia y, como si no fuera suficiente, exigieron una prueba minuciosa de su ADN. Diluida la ilusión de llegar a la final, Perú debía enfrentarse a Paraguay por el tercer puesto. Con un claro 2-0 Perú derrotó sin dificultad a Paraguay, adjudicándose la medalla de bronce. Pese al poco tiempo de preparación, a los pocos partidos amistosos y al reducido grupo de jugadores de calidad, el técnico Ricardo Gareca había logrado armar un equipo sólido, competitivo y solidario, el cual le permitió alcanzar un meritorio tercer lugar, puesto absolutamente impensable para la mayoría de aficionados y medios de prensa. Si nos enfocamos únicamente en la Copa América se trata de un balance a todas luces positivo. Pero focalizada con miras a las próximas Eliminatorias Mundialistas (Rusia 2018), existen razones de peso para preocuparse. El tercer puesto obtenido en Chile ha sido a costa de triunfos sobre Venezuela, Paraguay y Bolivia. En las últimas Eliminatorias (Brasil 2014) Paraguay y Bolivia quedaron penúltimo y último lugar, respectivamente; Venezuela se ubicó por encima de Perú, pero igualmente no pudo obtener el cupo que le permitió ir al mundial. Por otro lado, Perú no pudo derrotar ni a Brasil, uno de los equipos más débiles de su historia, ni a Chile. Según los entendidos, para aspirar con reales posibilidades a uno de los cupos mundialistas, la selección deberá contar por lo menos con veinticinco jugadores de categoría internacional. A Ricardo Gareca le espera, pues, una difícil labor: Descubrir nuevo valores, repotenciar algunos y recuperar otros. Esperemos que la desesperación no lo lleve a pretender exhumar glorias del pasado.

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