El proceso abierto por el fiscal Janot no equivale exactamente a un impeachment, pero en la práctica coloca a Temer en una situación muy similar. La denuncia tiene que ser avalada por al menos dos tercios del Congreso y su aceptación dejarÃa al paÃs sin presidente de forma temporal. Temer se encuentra en una circunstancia parecida a la de Rousseff, de la que fue vicepresidente y contra la que maniobró el pasado año para derribarla. Aunque, a diferencia de su antecesora, tiene más posibilidades de salir vivo del Congreso, donde una parte importante de los parlamentarios -y la inmensa mayorÃa de los partidos- está enfangado también en graves acusaciones de corrupción.
Collor de Mello y Rousseff acabaron destituidos pero en su caso se trató de procesos polÃticos, no de una actuación de la justicia con una denuncia formal que imputa al presidente un delito común, el cobro de sobornos. No es lo único en lo que Temer ha conseguido empeorar las marcas de los dos mandatorios depuestos por la vÃa del impeachment. Ni Collor ni Rousseff habÃan llegado a cosechar un Ãndice de popularidad tan raquÃtico como el del actual presidente, apenas el 7%, según una encuesta de la mayor empresa de sondeos del paÃs, Datafolha, publicada el pasado domingo. En su peor momento, Rousseff tenÃa un 13% de aprobación. Y su entonces vicepresidente Temer llegó a proclamar en público que alguien con tan escaso apoyo popular no podÃa mantenerse en el cargo.
Año y medio después, Temer ha optado por atrincherarse pese a la ferocidad de la tormenta. Este lunes, cuando ya todo el mundo esperaba que Janot concretase su denuncia, Temer afirmó en una ceremonia en el palacio presidencial de Planalto: “Nada nos destruirá. Ni a mà ni a nuestros ministros”. Ocho de esos ministros están también siendo investigados por corrupción.Y casi no hay dÃa en que no aparezca una noticia bochornosa para el Gobierno, incluso con tintes entre inauditos y rocambolescos: la última, revelada este lunes por el Ejército del Aire, es que un helicóptero interceptado con 500 kilos de cocaÃna habÃa despegado de una finca de la empresa familiar del ministro de Agricultura, Blairo Maggi.
La denuncia contra el presidente viene acompañada de demoledores informes del propio fiscal y de la policÃa federal. Janot acusa a Temer de corrupción pasiva porque, basándose en la confesión pactada del dueño del conglomeradoro cárnico JBS, Joesley Batista, y en las posteriores comprobaciones policiales, concluye que el presidente pactó con el empresario el cobro de sobornos a cambio de favores del Gobierno. Y todo eso, el pasado marzo, cuando el paÃs asistÃa atónito a otra confesión, la de los directivos de la constructora Odebrecht, que detallaron una gigantesca red que habÃa corrompido a lo más granado de la clase polÃtica del paÃs. La prueba principal para la fiscalÃa es el caso del ya famoso “diputado de la maleta”, Rodrigo Rocha Loures, asesor especial del presidente. Temer habÃa señalado a Batista que Rocha Loures serÃa su contacto para negociar beneficios del Gobierno, como atestigua una conversación entre ambos grabada por el empresario en la residencia oficial del mandatario. Poco después, la policÃa filmó al asesor de Temer recibiendo de un ejecutivo de JBS una maleta con 500.000 reales (unos 150.000 dólares). En un intento desesperado por frenar la investigación, el presidente intentó que la grabación de Batista fuese descartada alegando que habÃa sido manipulada. Pero el peritaje policial acreditó su veracidad.
El ex ministro de Hacienda de los Gobiernos del PT y hombre fuerte de los Gobiernos de Lula da Silva y Dilma Rousseff, Antônio Palocci, ha sido condenado este lunes a más de doce años de prisión por los delitos de corrupción pasiva y lavado de dinero. En este proceso (el ex ministro petista tiene otros pendientes) estaba acusado de haber favorecido a la constructora Odebrecht en contratos con Sete Brasil y para un astillero destinado a la construcción de sondas de perforación marÃtima. En la sentencia, el juez Sérgio Moro, responsable de los procesos que tienen que ver con el caso Lava Jato en Curitiba, afirma que Palocci movió más de 10 millones de de dólares en sobornos, valiéndose de cuentas en el exterior. Esta es la primera condena de Palocci por el esquema de corrupción de Petrobras, lo que acrecienta las expectativas para que se concrete su acuerdo de delación premiada que negocia con la FiscalÃa desde principios de año.
Esa grabación dará pie al fiscal a presentar en los próximos dÃas al menos otra denuncia contra Temer por obstrucción a la justucia. De algunas partes de la conversación los investigadores deducen que el presidente pudo haber dado su aprobación a pagos del empresario Batista para comprar el silencio de un antiguo aliado polÃtico de Temer, el expresidente de la Cámara de Diputados Eduardo Cunha, uno de los grandes muñidores del impeachment contra Roussef, que cumple condena de cárcel por corrupción. De lo que no cabe ninguna duda es de que en otro momento del diálogo el empresario relata al presidente sus maniobras para comprar jueces y fiscales. La respuesta de Temer -quien suele jactarse a menudo de su brillante carrera como experto en derecho constitucional- es anonadante: “Ótimo, ótimo”. “Temer tenÃa, como cualquier agente del Estado tiene, por fuerza legal, la obligación de llevar a las autoridades competentes las revelaciones de Batista”, le recuerda la policÃa en uno de los informes remitidos a la fiscalÃa. Por el momento, Janot ya solicita para el presidente una multa de 10.000 reales por “daños morales al pueblo brasileño”.
El presidente parece dispuesto ahora a dar la batalla en el terreno que mejor conoce, las sinuosidades de los pactos a media luz que conforman la enmarañada polÃtica brasileña. Temer, bregado por años de conspiraciones en los pasillos del Congreso, confÃa en impedir que dos tercios de los parlamentarios avalen la denuncia. Su mejor argumento será que la amenaza de los procesos judiciales por corrupción se cierne tambén sobre decenas de ellos y que lo más conveniente será una maniobra defensiva general para evitar ser barridos del mapa polÃtico, cuando no acabar directamente en la cárcel.