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Exposición antológica “LAS EDADES DE LA PIEDRA. Silvia Westphalen”
20/02/2017 Evento Cultural

Inauguración: jueves 23 de febrero

Galería Germán Krüger Espantoso

Hasta el 9 de abril

 

Las edades de la piedra son también las edades de Silvia Westphalen. Esta exposición antológica permitirá acercarnos a una trayectoria artística muy particular en el medio, marcada por la fidelidad al material que viene redescubriendo desde inicios de la década de 1980: la piedra. La versatilidad de la artista dialoga con la de esta materia, con cuyas transformaciones a lo largo del tiempo ha sabido constituir un lenguaje personal y sólido, con el cual ha interpretado su relación con la naturaleza, con el cuerpo, su país y el tiempo.

Eliana Otta, curadora de la exposición, hace un repaso por las diferentes etapas en la obra de Westphalen. “Durante la década de los noventa, sus esculturas ostentaban protuberancias indefinidas, concavidades con reminiscencias sexuales, así como alternancias entre texturas rugosas y superficies lisas, relucientes, que tientan al tacto casi más que a la vista. Al finalizar la década del 2000, Silvia deja atrás la geometría, prefiriendo al agua como motivo principal”.

“Además de intrigarnos o seducirnos, sus esculturas nos conectan con tiempos distintos al presente, mostrándonos otras temporalidades posibles” anota la curadora sobre la muestra que se exhibirá del 23 de febrero  al 9 de abril en la Galería Germán Krüger Espantoso de martes a domingo de 11:00 a.m. a 8:00 p.m. Visita comentada a cargo de la curadora el miércoles 1 de marzo a las 7:00 p.m. Ingreso libre.

Sobre la artista

Nació en Roma en 1961. Entre 1963 y 1992 vivió sucesivamente en Lima, Roma, Ciudad de México, Lisboa, Lagos y Évora (Portugal). Frecuenta durante tres años el Centro de Arte y Comunicación Visual de Lisboa y, en 1982, toma el curso de Experiencias Plásticas a cargo del pintor Joao Vieira en la Sociedad Nacional de Bellas Artes de esa ciudad.

En 1986 participa en el ll Simposium de Escultura de Durbach, Alemania. Entre 1986 y 1992 trabaja en el Departamento de Escultura en Piedra del Centro Cultural de Évora, Portugal. En 1989 se le otorga el Primer Premio de Escultura del Programa Cultura y Desarrollo del Club Portugués de Artes e Ideas. En 1991 es invitada por el Instituto Cultural de Macao para dirigir un taller de escultura en piedra. Colabora en montajes escenográficos con el Centro Dramático de Evora. En 1992 obtiene una beca de la Fundación Calouste Gulbenkian para un curso de escenografía en Paris.

En 1998 es artista ganadora de la I Bienal Nacional de Lima. Ha participado desde 1983 en numerosas exposiciones colectivas e individuales. En el 2011 realiza una residencia de un mes en el Vermont Studio Center, EEUU. En el 2013 mientras participa en la Feria de arte PINTA en Nueva York  es  invitada por el PRATT INSTITUTE de Brooklyn para dar una presentación de su trabajo. Actualmente vive y trabaja en Lima.

TEXTO DE LA CURADORA

Las edades de la piedra

Las edades de la piedra son también las edades de Silvia Westphalen. Su trayectoria se caracteriza por la fidelidad al material que viene redescubriendo desde 1983. Transformándolo, la artista ha construido un lenguaje personal y sólido, con el cual interpreta su relación con la naturaleza, el cuerpo, su país y el tiempo.

Silvia se formó como escultora en Portugal, de donde regresó influenciada por una gran libertad creativa y habiendo adoptado el mármol como materia fundamental de su quehacer. En 1993 regresa al Perú, extrañando a su padre y la intensidad del paisaje. Desde entonces, la geografía local ha marcado su obra y su proceso creativo. Sus talleres, ubicados en los márgenes de la ciudad y rodeados de naturaleza, son refugios frente a la intensidad de la vida urbana.

Westphalen ha hecho suya la materia de maneras muy distintas, empezando por desafiar las características del mármol, al contrastar su fuerza con la suavidad de formas con evocaciones orgánicas. Durante la década de los noventa, sus esculturas ostentaban protuberancias indefinidas, concavidades con reminiscencias sexuales, así como alternancias entre texturas rugosas y superficies lisas, relucientes, que tientan al tacto casi más que a la vista. Su aproximación ha sido siempre intuitiva, guiada por las formas, colores y texturas del material más que por ideas y planes preconcebidos.

Al finalizar la década del 2000, Silvia deja atrás la geometría, prefiriendo al agua como motivo principal. Fijar la fluidez del agua en la piedra es uno de los tantos juegos de oposiciones presentes en su obra. Las relaciones interior/exterior, duro/suave, profundo/superficial, femenino/masculino, control/azar, curvo/lineal, contingente/esencial, inerte/vital, rigurosidad/espontaneidad, cóncavo/convexo, mínimo/infinito son algunas de las dicotomías que la artista hace coexistir en sus paradójicos objetos. El movimiento y la quietud pueden convivir, producto de la insistente labor de quien insiste en dar vida a lo que carece de ella.

Además de intrigarnos o seducirnos, sus esculturas nos conectan con tiempos distintos al presente, mostrándonos otras temporalidades posibles. Hay en Silvia una clara voluntad por defender un espacio y un tiempo propio, un espacio y un tiempo otro, que se sustrae de la vorágine espectacularizante a la que el capitalismo nos arrastra. Así, su trabajo nos dirige hacia formas de relación con la naturaleza que no pasan por la posesión, dialogando con aquello menospreciado por el mito occidental del progreso y la hiper mediatización actual.

El recorrido discreto, silencioso de Silvia Westphalen, se ha consagrado a transformar en realidad material su forma de ver el mundo y de ubicarse ante él, inventando maneras de hacernos voltear la mirada hacia lo natural y a la cualidad del tiempo que necesitamos para familiarizarnos con sus ritmos. Sus piedras constituyen serenas pero potentes invitaciones a aprehender el presente con los sentidos abiertos, a liberar las formas de ser que incubamos sin saberlo, en nosotros y en lo que nos rodea. A entregarnos a aquellos encuentros que nos permitan sustraernos del barullo y del reloj, para atrevernos a ser menos animales humanos y un poco más sujetos.

Eliana Otta.

 

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