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Danilo, el arquero al que amaba Chapecó
02/12/2016 Deportes

Cuando acabó el partido contra el argentino San Lorenzo, Danilo se desplomó llorando con los brazos al cielo tras haberle regalado al Chapecoense una final histórica con una atajada increíble. Ahora en aquel arco que le hizo héroe solo quedan flores, pero su leyenda nunca se irá del Arena Condá.

Como si esperaran verle saltar de nuevo al campo, su nombre es el más coreado por la conmocionada hinchada de este club destrozado. Siempre el primero, aunque él se sintiera un luchador más.
“Héroe no, nadie vence una guerra solo. Hubiera sido injusto si nuestro equipo hubiera encajado un gol en el último minuto. La unión del grupo mostró una vez más que es vencedora”, afirmó feliz tras la clasificación a la cadena Fox.
El cruel tránsito de Danilo entre la dulzura del éxito y el horror en una semana, fue también el de este club que se había lavado los complejos con sus guantes, y el de la propia Chapecó, incapaz de aceptar que la tragedia le haya robado al equipo que le devolvió la ilusión y les llevó a conquistar el continente.
Este ‘Verdao’ renovado y con el descaro de quien tiene la vida por delante sedujo a muchos jóvenes de la ciudad, que con sus tambores y cánticos apasionados se convirtieron en el corazón del Arena Condá.
Entre ellos, estaban Leticia Vailones y sus amigas, que no se perdían un partido vestidas con su camiseta estampada con la foto de su ídolo y el nombre de su grupo de fans: las “Danilettes”.
El martes de madrugada volvieron a reunirse para pasar juntas sus peores horas, mientras las informaciones sobre la vida del arquero aún eran confusas.
Aunque salió con vida del avión, Danilo Padilha falleció poco después en un hospital de Medellín.
“Nos poníamos todos los partidos detrás de la portería, rezábamos cuando él se ponía de rodillas”, recordaba esta estudiante de 17 años con la cara hinchada por el llanto y su camisa del club de fans.
“Él venía de abajo, le seguimos en todo lo que conquistó, le ayudamos en los malos momentos cuando se fue al banco. Ahora volvió, estaba en un gran momento de su carrera y todo se ha acabado”, lamentó la joven entre lágrimas y rodeada de sus amigas.
Luchador
Como al Chapecoense, a Danilo le rehuyó el protagonismo con el que sueñan los arqueros hasta que, a los 31 años, la Copa Sudamericana se cruzó en un camino cimentado en las ásperas divisiones inferiores del fútbol brasileño. Aquellas donde se va a entrenar en autobús, los gimnasios son privilegio de otros y los sueldos son una incógnita.
Tras su peregrinaje por varios clubes del sur de Brasil, perdiendo incluso la esperanza de llegar algún día a la Serie A, este portero espigado fichó para el Chapecoense en 2013 con la ilusión de debutar en un club de la segunda división. Y no solo lo consiguió, sino que ese mismo año vivió el histórico ascenso a primera.
“Danilo escribió una historia muy grande y bonita aquí”, dijo a la AFP el tercer arquero, Marcelo Boeck, que no viajó a Medellín
“Era una persona espectacular, bromista, que estaba siempre alegre y dispuesta a entrenar. No recuerdo haberle visto faltar a un entrenamiento, era muy profesional”, completó.
Los sueños de este joven nacido en la sureña Paraná se desbordaron en 2015, cuando el Chapecoense disputó la primera competición internacional de su historia y sorprendió llegando hasta los cuartos de final con victoria ante el todopoderoso River Plate incluida.
Despedida
 
Aunque el idilio entre este arquero con una cruz tatuada al cuello y la Copa Sudamericana mostró que lo suyo iba en serio el 28 de septiembre. Aquella tarde en Chapecó, Danilo detuvo cuatro penales y eliminó a Independiente de los octavos de final.
Como harían después tras su pie milagroso contra San Lorenzo, sus compañeros corrieron eufóricos para abrazarle.
Entre ellos estaba su amigo Alan Ruschell, que iba sentado a su lado el día de la tragedia y sobrevivió al accidente. El zaguero publicó sin saberlo la última imagen del guardameta antes de despegar en Sao Paulo. En el video aparece sonriendo y haciendo el signo de la victoria con unos cascos puestos.
Una imagen tan natural y cercana, que para muchos en Chapecó todavía es real.
Como para el sobrino pequeño de Julcineia Nicolini, un ama de casa de 36 años que esperaba con él en brazos que comenzara el homenaje del miércoles.
“Vine porque el niño era un apasionado de Danilo, vivía solo hablando de él. Ahora quiere entrar para verle y, aunque le hemos explicado lo que ha pasado, no quiere entenderlo”, contó a la AFP.
“No lo asimila porque el viernes Danilo se sacó una foto con él y le abrazó. Fue una despedida”, añadió.
Nadie en Chapecó quiere creerlo todavía.
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