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Lionel Messi sella pacto de amor eterno con la selección argentina
02/09/2016 Deportes

Miles de aficionados, sin distinción de clases ni edades, cantaban a coro en las tribunas “¡Messiiii, Messii! y Lionel retribuyó el romance con un gol, jugadas geniales y un triunfo clave ante Uruguay 1-0 por la clasificatoria al Mundial de Rusia 2018.

Fue en la fría noche del jueves en Mendoza, 1.100 Km al oeste de Buenos Aires, al pie de la precordillera de Los Andes. Messi volvió con su magia, sin haberse ido, y selló un pacto de amor eterno. Lo hizo con 42.000 aficionados en el estadio Malvinas Argentinas y millones frente a los televisores.
Dijo que la gente le “llena el corazón”, que sólo puede decirle “gracias por el cariño y el trato” y que “siempre” está dispuesto a jugar por la albiceleste. Y disparó la confesión: “No engañé a nadie cuando dije lo que sentía (renuncia a la Selección en junio). No podía no volver. Me siento feliz”.
El primer disparo suyo había sido un zurdazo que se metió como pidiendo permiso en el arco que custodiaba Fernando Muslera. Sirvió para que Argentina saltara a liderar con 14 puntos la clasificatoria.
Uruguay no pudo reaccionar ni aún con un hombre más tras la expulsión de Paulo Dybala. “Debemos hacer autocrítica, porque cuando al rival le expulsan a un jugador, uno debe leer mejor el partido”, reflexionó Luis Suárez. Es otro gigante del fútbol contemporáneo que libró de hecho un duelo con su compañero en FC Barcelona de España. El ‘Pistolero’ Suárez estaba muy solo.
¿Cómo pararlo?
Messi también lo estaba, rodeado por cuatro uruguayos y tres más acechando en el minuto 42. No había cerca camisetas albicelestes. Amagó para afuera, otra vez para adentro, cambió el perfil y ejecutó. La pelota rozó en el defensor José María Giménez y descolocó a Muslera. Un ‘Messi’ auténtico.
Quedaba atrás la noche de la pesadilla. Fue el 26 de junio cuando tiró afuera un penal clave, el primero de la serie desampate con Chile. La Roja le ganó a Argentina la Copa América Centenario y Messi se desbarrancó.
No podía soportar otra desilusión. Se le cayeron encima de golpe todas las finales perdidas. Era la cuarta, después de la Copa América Venezuela-2007 (ante Brasil), el Mundial Brasil-2014 (ante Alemania) y la Copa América Chile-2015 (ante la Roja).
“Se terminó para mí”, musitó. Enseguida se gatilló una campaña por la vuelta que mezcló ignorancia de la psicología del jugador con intereses económicos. Sólo había que dejarlo en paz. Ya iba a volver.
 
Otro Messi
Y volvió, incluso distinto. Diego Maradona, el otro ícono histórico de la albiceleste, había reprochado su falta de liderazgo. En la noche de Mendoza, el capitán tomó el timón. No era frecuente que encarara a un árbitro para reclamarle una sanción que considerara injusta como la tarjeta roja a Dybala.
“No es la primera vez que nos deja con 10 hombres (el árbitro chileno Julio Bascuñán). Siempre es difícil entrarle a Uruguay con dos líneas de cuatro. Pero con 10 no pudimos hacer el partido que queríamos”, lamentó.
La devoción por Messi se mostró también cuando más de un hincha invadió el césped para abrazarlo. La imagen del que se arrodilló ante él para alabarlo es elocuente.
Entró al campo dolorido por una pubalgia. Salió igual. “No sé, me duele, pero quería estar después del ‘kilombo’ (lío) que armé (con la renuncia)”, dijo con arrepentimiento. Ahora lo vigilan para saber si puede jugar contra Venezuela el martes en Mérida por la octava fecha.
“Siempre se las ingenia para hacer algo más, un pase, un gol”, opinó Bauza. Pero el análisis es anécdota. Lo histórico es ese afecto inoxidable, un pacto de amor por los colores de la camiseta.
(FIN) AFP/JAM
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