César Vallejo, el poeta peruano más universal, nace en Santiago de Chuco (La Libertad), el 16 de marzo de 1892.
Fue el último de los doce hijos de Francisco de Paula Vallejo y MarÃa de los Santos Mendoza. Sus estudios primarios y secundarios los realiza en su pueblo natal. En 1910 se matricula en la Facultad de letras de la Universidad de Trujillo. No obstante, al año siguiente, viaja a Lima con la intención de seguir estudios de medicina. Al poco tiempo, regresa a Trujillo para trabajar en una hacienda.
Con la tesis El romanticismo en la poesÃa castellana, se gradúa de bachiller en letras en 1915. Ese mismo año pasa a formar parte de la Bohemia de Trujillo, grupo de intelectuales conformado por Antenor Orrego, José Eulogio Garrido, Alcides SpelucÃn, VÃctor Raúl Haya de la Torre, entre otros.
En el año 1919 aparece su primer libro de poesÃas: Los heraldos negros. Aun cuando todavÃa es perceptible la influencia del modernismo en él, también se puede apreciar sus propios aportes. “La novedad más importante de Los Heraldos Negros reside en la preocupación del poeta por comunicar sus preocupaciones Ãntimas de un modo vivaz y profundo, de ahà provienen sus innovaciones artÃsticas, la novedad de sus imágenes, la mezcla inusitada de vulgaridad prosaica y preciosismo espiritual, la música áspera, el ritmo entrecortado e, incluso, el desdén por las normas gramaticales”, anota el connotado crÃtico Washington Delgado.
César Vallejo publica su segundo libro de poesÃa en 1922, año en que James Joyce y T.S. Eliot dan a conocer Ulises y La tierra baldÃa, respectivamente, completando una trilogÃa de obras extraordinarias. Con Trilce, Vallejo se despoja totalmente del Modernismo, rompe con el verso tradicional, con la gramática e incluso con la ortografÃa. Pero si bien el libro pertenece al Vanguardismo, no es menos cierto que no se le puede catalogar en ninguno de los “ismos” hasta ese entonces vigentes: Futurismo, DadaÃsmo, Cubismo, Surrealismo. “El Vanguardismo buscaba, en general, una poesÃa objetiva, centrada radicalmente en la imagen, despojada de todo elemento y en la que no hubiera otra emoción que lo puramente estética. Vallejo, en cambio, quiere que la poesÃa sea el vehÃculo de sus emociones impuras, personales y humanas”, señala Washington Delgado.
Tres años después, Vallejo se va a Europa. En ParÃs la pasa mal económica, hasta que en 1925 consigue trabajo en un medio periodÃstico. En 1928 se materializa uno de sus grandes sueños: viajar a la Unión Soviética. Tal fue el impacto que le causó que, de vuelta a ParÃs, pasa a integrar las filas de una cédula marxista peruana.
Precisamente, por su militancia marxista fue expulsado de Francia, razón por la cual se va a España, donde vivirá ejerciendo el oficio de traductor. En 1931 aparece su novela El Tungsteno, y escribe dos obras teatrales: Entre dos orillas corre el rÃo y Lock-out.
En Madrid es testigo de la instauración de la República Española y se inscribe al Partido Comunista Español. Ese mismo año escribe su cuento más famoso, Paco Yunque.
De regreso a ParÃs, escribe una nueva obra teatral: Colacho hermanos, y otros poemas. En cuanto explota la guerra civil en España, se integra a los Comités de Defensa de la República. La experiencia de la guerra le afecta profundamente y escribe una serie de poemas que se publicarán póstumamente bajo el tÃtulo de España, aparta de mà este cáliz (1940).
César Vallejo dejó de existir el 15 de abril de 1938, vÃctima de una enfermedad extraña. En uno de sus poemas reunidos bajo el tÃtulo Poemas humanos, publicado póstumamente, Vallejo predice su muerte:
PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA BLANCA
Me moriré en ParÃs con aguacero,
un dÃa del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en ParÃs -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los dÃas jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos..
Espergesia
Â
Yo nacà un dÃa
que Dios estuvo enfermo.
Todos saben que vivo,
que soy malo; y no saben
del diciembre de ese enero.
Pues yo nacà un dÃa
que Dios estuvo enfermo.
Hay un vacÃo
en mi aire metafÃsico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.
Yo nacà un dÃa
que DÃos estuvo enfermo.
Hermano, escucha, escucha…
Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.
Pues yo nacà un dÃa
que DÃos estuvo enfermo.
Todos saben que vivo,
que mastico… Y no saben
por qué en mi verso chirrÃan,
oscuro sinsabor de féretro,
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto.
Todos saben… Y no saben
que la luz es tÃsica,
y la Sombra gorda…
Y no saben que el Misterio sintetiza…
que él es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las Lindes.
Yo nacà un dÃa
que Dios estuvo enfermo,
grave.
Nómina de huesos
Se pedÃa a grandes voces:
-Que muestre las dos manos a la vez.
Y esto no fue posible.
-Que, mientras llora, le tomen la medida de sus pasos.
Y esto no fue posible.
-Que piense un pensamiento idéntico, en el tiempo en que un cero
permanece inútil.
Y esto no fue posible.
-Que haga una locura.
Y esto no fue posible.
-Que entre él y otro hombre semejante a él, se interponga una
muchedumbre de hombres como él.
Y esto no fue posible.
-Que le comparen consigo mismo.
Y esto no fue posible.
-Que le llamen, en fin, por su nombre.
Y esto no fue posible.