¿Aquel incidente se produjo simple y llanamente por amor a la poesÃa, o bien fue una travesura perversa de pronóstico reservado?
Todo empezó en 1904, cuando el correo trajo a Lima un periódico de lispaña donde se habÃan publicado los versos del joven poeta Juan Ramón Jiménez. Dos muchachos limeños, que también eran poetas, José Gálvez y Carlos RodrÃguez, quedaron deslumÂhrados ante su novedosa forma de versificar y se propusieron obtener más poemas de aquel desconocido. Decidieron escribirle, pero entonces pensaron: “¿Nos contestará? ¿PodrÃa interesarle a él la fascinación y el apremio de unos jóvenes vates de ultramar’.'” Apostando por lo seguro, recurrieron a la impostura, al travestismo epistolar: le escriÂbieron simulando ser una mujer, una bella y jovencÃsima admiradora de su poesÃa. Y, por cierto, dieron en el blanco. Juan Ramón, que era igualmente joven, contestó lleno de ilusión y, a partir de aquellas cartas, los muchachos peruanos se convertirÃan en Georgina Hübner, la musa de uno de los más bellos poemas de la lengua castellana, sin imaginar que desatarÃan un torbellino de enredos muy similar a los de esos vaudevilles con ráfagas de melodrama. La historia de estos ingenuos impostores peruanos, asà como la de verdadera Georgina Hübner, una chica limeña que existÃa en la vida real aunque ignoraba lo que se tramaba a sus espaldas, se difundió secretamente como una jocosa y melancólica anécdota literaria entre las ciudades de Lima y Madrid. Pero luego, una vez descubierto los hilos del engaño, sus consecuencias empezaron a crecer y crecer, hasta el punto de transformar la vida de cada uno de los personajes involucraÂdos en el juego.
Un Fraude Epistolar, la más reciente pieza teatral de Fernando Ampuero, recoge una bellÃsima y divertida historia real que hoy se nos presenta como una metáfora del poder de la ilusión y la poesÃa.
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GalerÃa:
Fotos: Jonathan Avellaneda.