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Muestra colectiva de acuarelas en el Instituto Italiano de Cultura
18/11/2013 Cultural

El Instituto Italiano de Cultura y la Papelera Dos Bosco de Chimbote han organizado la muestra colectiva de acuarelas sobre papel hecho a mano bajo la curaduría de Manuel Munive y la participación de destacados artistas de diversas generaciones como Marco Alburqueque, Nereida Apaza, José Luis Carranza, Alejandro Jaime, Gam Klutier, Luis Palao, Juan Pastorelli, Israel Tolentino y Ricardo Wiesse.

Desde hace un par de años se elabora en Chimbote (Ancash) un papel hecho a mano con el equipamiento y la supervisión de los operarios de la célebre fábrica italiana “Fabriano”. Lo produce la “Papelera Artesanal Don Bosco”, fundada por el empresario italiano Angelo Moncini y vinculada con la Operación Mato Grosso. La idea de la muestra fue invitar a los artistas participantes a trabajar sobre este nuevo papel italo-peruano.

 La novedad de la formula de la exposición no sólo implica la experimentación sobre un material de altísima calidad sino la posibilidad de generar un diálogo entre los artistas participantes y los maestros papeleros.

El curador ha realizado una selección que permite ofrecer al visitante una variedad de propuestas y temáticas y establece un diálogo entre las diferentes generaciones. “La exposición colectiva “Obra en Papel” reúne las obras de un selecto grupo de dibujantes, acuarelistas y pintores peruanos a los que se les propuso trabajar sobre el soporte producido por “Papelera Don Bosco”. El cartapacio que les fue entregado, entre julio y septiembre, contenía ocho hojas de acuarela de 35 x 50 cm.[1] Todas las obras que ahora se exponen fueron trabajadas estrictamente sobre ese material.

El paisaje andino está representado en el trabajo de dos artistas cuyos lenguajes plásticos personales abrevan de su “poética arqueológica” o de su “poética tectónica”: Ricardo Wiesse participa con tres dípticos que dan cuenta de su más reciente viaje al Cusco y evidencian que se trata de “apuntes de viaje” pues constituyen dibujos a tinta tomados directamente en lugares cusqueños como el sitio arqueológico de Pikillacta y la plaza del pueblo de Andahuaylillas. Alejandro Jaime sintetiza el mismo paisaje mediante la serie de “apachetas” que plasmó a la acuarela en tres unidades independientes. Las “Apachetas” son montículos de piedra que a modo de ofrenda y agradecimiento los caminantes andinos erigen en los lugares más peligrosos o bellos de sus periplos cordilleranos y que Alejandro Jaime incorpora al ámbito de las artes visuales mediante el dibujo, la fotografía o la instalación.

El paisaje marino está presente en las dos piezas preparadas por Juan Pastorelli que representan secciones cerradas de una orilla colmada por piedras redondeadas o “canto rodado”, las mismas que dan cuenta del agua, cuyo ir y venir, las ha modelado a lo largo del tiempo. La orilla del mar es el espacio que, junto con el paisaje urbano limeño, constituye el escenario fundamental para sus realizaciones pictóricas y gráficas.

Encontramos varias propuestas figurativas: desde aquellas de una calidad pictórica de carácter realista en las acuarelas de Luis Palao, pintor peruano que vive y trabaja en las regiones andinas de Arequipa y Cusco, lugares de donde proceden los personajes cuyos retratos constituyen la expresión más alta de la acuarela actual en el Perú. Más herméticas y austeras son las “cabezas femeninas” que nos ofrece la serie – de cuatro unidades – realizada por Marco Alburqueque en las que, como suele caracterizar su obra como grabador y dibujante, son las secciones anatómicas mediante las cuales indaga acerca de la identidad y su representación. Estos “retratos femeninos”, en verdad, representaciones idealizadas de la mujer-maniquí, se ven perturbados o “desenmascarados” mediante las aplicaciones de color con las que son silenciadas o subvertidas.

José Luis Carranza aportó dos piezas, auténticas técnicas mixtas en tanto fueron resueltas mediante el carboncillo, la acuarela, el acrílico y la tiza pastel, simultáneamente. Conocido por su pintura de grandes formatos ha conseguido transferir al papel los personajes perturbadores que habitan sus complejas y profusas alegorías al óleo, ese mundo de personajes juveniles cuyas perturbaciones existenciales quedan evidenciadas en sus enormes ojos sin párpados.

Un espíritu narrativo y conciso anima el tríptico que preparó Nereida Apaza en el que asistimos a la irrupción de lo natural y orgánico en el espacio artificial y geométrico construido por el hombre mediante el registro del crecimiento de un arbusto que se convertirá en árbol dentro de una habitación cerrada a lo largo de un tiempo acertadamente pautado mediante los títulos de cada una de las piezas.

Gestuales y realizadas sin un boceto son los dípticos de Israel Tolentino en los que la Muerte está alegorizada mediante esqueletos y cráneos animados todavía por una pulsión vital y dramática. Las dos trípticos de Gam Klutier fueron resueltos también con frescura y celeridad: el primero consiste en el trazo de una sola línea de tinta ininterrumpida que da forma a uno de sus personajes característicos y el segundo, resuelto con acrílico y gouache, evoca por un lado la expresión infantil y la composición sin un centro propia de la plástica rupestre.

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