Desde el desorden espacial hasta la desconexión con el consumidor, son algunos de los desaciertos que afectan la experiencia del visitante, las ventas de los locatarios y la reputación del operador. Rodrigo Conroy Ganoza, experto en el tema, nos brinda algunas recomendaciones.
Lima, 13 de Junio del 2025.– Planifique un centro comercial va mucho más allá de distribuir locales, habilite zonas comunes y sumar servicios complementarios. Implica entender al consumidor, prever flujos, pensar en rentabilidad a largo plazo y garantizar una experiencia que invite a volver. Sin embargo, incluso en desarrollos de gran escala, los errores se repiten.
En este contexto, Rodrigo Conroy Ganoza , especialista en planificación y diseño de espacios comerciales, comparte algunos de los desaciertos más comunes al planificar este tipo de desarrollos, y cómo podrían evitarse con una visión estratégica desde el diseño:
Un flujo bien diseñado distribuye a las personas de forma orgánica y estratégica. Por eso, es fundamental mapear las motivaciones del consumidor (compra rápida, paseo familiar, entretenimiento, alimentación) y anticipar cómo se moverá por el espacio.
La planificación funcional contempla el día a día de locatarios y operadores: cómo se accede a los locales, dónde están los depósitos, cómo circula el personal, qué tan fácil es renovar la propuesta visual sin obras mayores. La estética debe acompañar a la lógica del negocio.
Todo, desde la selección de marcas hasta el diseño de zonas comunes, debe estar alineado con el estilo de vida, las aspiraciones y las necesidades del público objetivo. El éxito de un centro comercial depende en gran medida de qué tan bien logra representar y facilitar el día a día de sus usuarios.
La saturación de locales, puestos, stands y mobiliario puede generar ruido visual, dificultar el desplazamiento y restablecer valor a cada punto de venta. Por otro lado, los vacíos mal aprovechados se traducen en metros improductivos que afectan la rentabilidad general del centro. Una buena planificación evalúa cada metro cuadrado en función de su potencial comercial, de uso o de experiencia, y asigna valor de forma estratégica.
El diseño arquitectónico, la señalética, los colores, el mobiliario y la experiencia sensorial deben responder a un mismo concepto. No se trata solo de que el centro “se vea bonito”, sino de que transmita una personalidad que conecte emocionalmente con sus visitantes.
Hoy, no basta con organizar los locales; Hay que activar los sentidos: la música, los aromas, las texturas, la luz y la temperatura crean un ambiente. Muchos centros no consideran estos aspectos y terminan siendo espacios funcionales pero fríos, impersonales o genéricos. Una experiencia multisensorial, en cambio, fideliza al visitante, aumenta su tiempo de permanencia y refuerza el posicionamiento del lugar.
Evitar estos errores no solo optimiza la operación diaria del centro comercial, sino que fortalece su propuesta de valor frente a consumidores cada vez más exigentes. Un enfoque estratégico desde el diseño —basado en datos, experiencia y coherencia— puede transformar un proyecto inmobiliario en un espacio vivo, rentable y sostenible en el tiempo.