Jueves, 18 de Abril del 2024
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Netanyahu promete en campaña un asentamiento que parte en dos Cisjordania

Publicado el 25/02/20

En la recta final para las elecciones del 2 de marzo, las terceras legislativas en Israel en menos de un año, Benjamín Netanyahu ha prometido la construcción de 3.500 viviendas en una polémica zona que amenaza con dividir Cisjordania e impedir su continuidad territorial. El primer ministro conservador, que está repuntando en las encuestas frente a la oposición de centroizquierda, anunció este martes en un acto de campaña que había ordenado poner en marcha el proyecto urbanístico en el denominado sector E-1, situado al este de Jerusalén en territorio palestino ocupado desde 1967.

El líder del Likud persigue asegurarse votos entre los más de 600.000 colonos judíos asentados en Cisjordania y Jerusalén Este en un desesperado intento de conformar un bloque con mayoría suficiente en la Kneset (Parlamento) junto con los partidos ultraortodoxos y de la extrema derecha. Incluso su rival, el centrista Benny Gantz, ha endurecido su postura de anteriores campañas respecto a las negociaciones con los palestinos en busca del sufragio mayoritariamente conservador del Estado judío. La pugna por este electorado es incesante. El pasado jueves, Netanyahu ya recuperó un antiguo proyecto para construir otras 3.000 casas en el asentamiento de Givat Hamatos, al sureste de Jerusalén.

A menos de un mes de la fecha fijada para su primera comparecencia ante un tribunal para responder de tres casos de corrupción, Netanyahu se declara dispuesto a activar la construcción en la polémica colonia, que amenaza con partir en dos Cisjordania. La organización Paz Ahora, ONG israelí que supervisa la expansión de los asentamientos, considera que el Gobierno israelí pretende construir hasta 8.300 casas en la zona E-1.

Se trata de una franja de terreno de 12 kilómetros cuadrados situada entre el gran asentamiento de Maale Adumin (45.000 habitantes) y la parte oriental de la Ciudad Santa. El bloque de asentamientos judíos previsto puede representar en el futuro una barrera de edificaciones que dificultará gravemente la comunicación entre Ramala y Belén, al norte y al sur de Jerusalén, respectivamente, y amenazará la viabilidad territorial de un futuro Estado de Palestina.

La comunidad internacional, con la Unión Europea a la cabeza, ha advertido en los últimos años de que la construcción de la colonia E-1 implicaría traspasar una línea roja y acarrearía graves consecuencias para las relaciones con Israel. Los dos anteriores presidentes norteamericanos, el republicano George W. Bush, y el demócrata Barack Obama, presionaron también para paralizar las obras del proyecto E-1. La Administración de Donald Trump, sin embargo, ha dado un vuelco al consenso internacional al dejar de considerar ilegales los asentamientos en territorio ocupado palestino.

La comunidad internacional no reconoce legitimad a las colonias establecidas tras la guerra de 1967 en Cisjordania y el este de Jerusalén, y las considera un obstáculo para una solución pacífica al conflicto entre israelíes y palestinos. El Consejo de Seguridad de la ONU lo reiteró por última vez en 2016 en la resolución 2334, aprobada con la única abstención de EE UU, que declinó ejercer su tradicional derecho de veto en favor del Estado judío.

En las inmediaciones de la zona E-1 se encuentra la aldea palestina de Jan al Ahmar, habitada por 180 beduinos. A pesar de que el Tribunal Supremo de Israel autorizó el año pasado el desalojo del poblado acordado por el Gobierno, Netanyahu mantiene suspendido el desahucio para evitar que pueda ser calificado por la Corte Penal Internacional como traslado forzoso de población en territorio ocupado.

En torno a Jerusalén y en la zona E-1 viven unos 2.000 beduinos en 46 campamentos (solo la mitad tienen agua corriente y ninguno cuenta con conexión a la red eléctrica). Los beduinos son el último eslabón de la cadena de la ocupación, por detrás de los palestinos que cuentan con permiso de residencia israelí y gozan de una relativa libertad de movimientos, y de los habitantes del territorio bajo control de la Autoridad Palestina, resignados a las restricciones cotidianas en los puestos de control.

FUENTE: EL PAÍS



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