Domingo, 13 de Octubre del 2024
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Conversatorio: “Arte intrascendente” en el Centro Cultural Ccori Wasi

Publicado el 21/06/18

Exposición de arte:

 

“Intrascendente”

Bipersonal de los artistas Andrés Ennen y Luis Enrique Zela-Koort

 

Galería de Artes Visuales del Centro Cultural Ccori Wasi de la Universidad Ricardo Palma (Av. Arequipa  5198, Miraflores)

Hasta el 30 de junio

Horario de visita a la sala: lunes a domingo de 11 a.m. 8 p.m.

 

Más allá de los juicios estéticos, esta exposición busca despertar en el visitante una reflexión crítica sobre la apreciación del mercado del arte. Es así que los artistas Andrés Ennen y Luis Enrique Zela-Koort intervienen la sala del Centro Cultural Ccori Wasi para presentar Intrascendente, muestra conformada  por  ocho obras en diversos formatos no convencionales (entre la instalación y la apropiación). Para contar más sobre esta propuesta los artistas, junto a Alfonso Castrillón y Augusto del Valle, realizarán el conversatorio “Arte intrascendente” el viernes 22 de junio a las 7:00 p.m.

La exposición que va hasta el 30 de junio se podrá visitar de lunes a domingo de 11 a.m. a 8 p.m. en la  Galería de Artes Visuales del Centro Cultural  Ccori Wasi de la Universidad Ricardo Palma (Av. Arequipa  5198, Miraflores). 

Sobre las obras

Los asistentes verán trabajos que utilizan realidad virtual, inteligencia artificial, entre otros. Se encontrarán así con brazos robóticos que dibujan, dispositivos que contemplan la posible automatización del arte; también cucarachas cyborg guiadas por el usuario por intermedio de tablets, evidenciando la libertad ilusoria de la labor del artista, manejado por fuerzas externas.

 

Además del registro de una competencia de glotones el día de la inauguración. Dos participantes comerán tortas hechas a modo de obras contemporáneas inspiradas en trabajos de Damien Hirst, Takashi Murakami, Andy Warhol y Banksy; obra en torno a la idea del consumo y los cuestionamientos que surgen con respecto al mercado del arte.

 

“Nos preguntamos en cómo criticar la premisa de que el arte está hecho para trascender. Es así que evidenciamos un arte banal y a-discursivo, en ese sentido intrascendente. El valor mercantil y la condición de objeto en el arte son conceptos que nos interesa explorar” explican los artistas.

 

Los artistas

Andrés Ennen (Lima, 1985), gestor y curador independiente, es bachiller en artes plásticas con mención en pintura de la Facultad de Arte de PUCP. Desde el año 2009 hasta el 2018, emprende el proyecto Casa Pausa, espacio no institucional e independiente el cual sirvió de primera aproximación con la escena para artistas jóvenes y emergentes. El 2014 es convocado a participar en el workshop para jóvenes curadores A toolbox for cultural organization dictado por los directores de la 31 Bienal de Sao Paulo. En el 2016 presenta su primera muestra individual Manufactura. En la actualidad mantiene vigente su labor como curador y artista.

 

Luis Enrique Zela-Koort, artista interdisciplinario con estudios en Artes Visuales en Corriente Alterna.  Desde el 2015 ha participado en diversas muestras. En el 2017 expone su individual más reciente, Contrahistoria, y es seleccionado como finalista en el concurso nacional Pasaporte Para un Artista. Este año ha tenido la posibilidad de exponer en Espacio Tomado, Proyecto AMIL, entre otras propuestas. Su obra emplea los nuevos medios para problematizar la relación entre las ciencias y la filosofía, analizando las repercusiones del progreso tecnológico en nuestro entendimiento de lo real, y  sus impactos en la organización socioeconómica.

 

Agradecemos su difusión

Texto de Artistas

La sujeción del arte a su condición de objeto y éste mismo como valor de mercancía, ha impulsado la reverberación de sus formas y conceptos intentando desesperadamente librarse de su condición subyugada: La subyugación a su trascendencia. Es así que podríamos asumir como un elemento constitutivo en el arte la búsqueda de dicho estado de perduración, movilización e inferencia. Que es evidente desde la óptica de las vanguardias modernas comprometidas con la praxis vital,hasta en la epítome comercial del arte contemporáneo

 

Al objeto artístico se le ha adjudicado ser paradigma de admiración, sinónimo de valor y depositario de cultura. En afán de ser contenedor y emisor de verdad. Siendo  musealizado e exacerbadamente glamorizado. Siendo la autoconsciencia de esta última fijación, eje de una suerte de agencia de liberación frente al control que la trascendencia ejerce sobre el objeto artístico.

 

Y entonces, ¿Qué vigencia tiene la persecución antípoda de la intrascendencia, frente a la industria social e institucional que gestiona al arte en la actualidad?

 

Lo primero,  creemos que la pérdida de éste horizonte implica una rendición en la narrativa histórica, que abandona al arte frente a todas las fuerzas menos la propia. Significando un arresto formal, y la erosión del elemento revolucionario al cual el arte constantemente aspira. Por otra parte, pensar en lo intrascendente exige una rendición del poder que se tiene sobre el objeto, el cual pide no ser aplastado por el deseo humano, requiriendo una nueva mediación. Así, la persecución de la intrascendencia resulta un acto tanto político como egoísta; negándose al mundo para imaginar uno nuevo.

 

Entonces nos preguntamos: ¿Aspirar por la intrascendencia es enfrentarse a la realidad de la producción artística y a su utilidad? ¿Podría la intrascendencia, la cual desnuda a la maquinaria del arte, convertirse en una chispa que con el tiempo deshaga éstos paradigmas? ¿O bien podría ser su asimilación explícita en lo banal tan sólo otro ejercicio de poder? ¿Un eslabón más hacia lo que aparenta ser un determinismo histórico?

 

Este proyecto busca ahondar en los cuestionamientos mencionados, al obstaculizar los procesos construidos alrededor de la utilidad percibida del objeto artístico. Con este fin, apuntamos a formatos interactivos, tomando como ejes lo banal y lo virtual por su potencial desestabilizador. Las piezas deconstruyen la autoría, la temporalidad, o la aprehensión misma de la pieza- poniendo en jaque al don artístico. Pretendiendo encausar al espectador hacia un cuestionamiento del arte mismo; de quienes lo gestan, lo avalan y/o institucionalizan.

 

                                                                                                         

Luis Enrique Zela-Koort

Andrés Ennen

 

 

 

OBRAS de Luis Enrique Zela-Koort

La cámara de niebla es un objeto de observación científica usado para visualizar partículas subatómicas, las cuales dibujan su silueta al transitar el espacio. De forma interactiva, una interfaz en realidad aumentada disponible para la audiencia permite sobreimprimir la fachada de museos  icónicos para la historia del arte contemporáneo en la cámara,  dejando a la actividad ocurrir en su interior.

En un primer nivel, la pieza lleva a un absurdo formal la lógica de la inmaterialidad. La pieza tan solo crea las condiciones para observar la matriz invisible del espacio  que nos rodea,  incorporando incluso una muestra de uraninita que está en degradación permanente. La pieza deconstruye la materia visualmente.

Así, se termina por revelar la mecánica institucional que transforma al espacio de exhibición, en las palabras de Brian O´Doherty, en un mecanismo transicional que intenta anular o hacer tabula rasa del pasado, y al mismo tiempo controlar al futuro invocando modos trascendentales de presencia y poder. Los elementos dentro de él son transitorios y fugaces- pudiendo aparecer únicamente en el contexto que propicia. En él,  lo que importa no es tanto la obra sino el espacio: una urna prístina que, más que cualquier imagen, podría ser la representación arquetípica del arte en la actualidad.

 

Una simulación es un videojuego que se juega a sí mismo, permitiendo que los agentes virtuales se auto-determinen en base a sus condiciones iniciales.  La obra guiña a la película 2001: A Space Odyssey de Kubrick, abriendo una ventana hacia una sociedad primitiva que es confrontada por objetos extraños, en este caso, piezas icónicas del arte contemporáneo. Así, la inserción de estos objetos extraños en su cultura hermética  despierta tensiones, divisiones religiosas y luchas por el poder.

 

En ese sentido, la pieza cuestiona la relación de dominación que requiere la trascendencia del objeto artístico, rebelándose al autor y al control de la audiencia, evolucionando independientemente al integrar una serie de inteligencias artificiales básicas.

 

Al reverso, la narrativa subyacente a la simulación invita a pensar en la necesidad de la trascendencia como un ejercicio de poder que se regula a través de la institución -en la obra, desbordado-.  El arte se muestra  incapaz de escapar de un rol depositorio para la sociedad, sin importar su valor simbólico, evidenciando la dominación del artista frente a las estructuras institucionales. 

 

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La pieza consiste en un casco electroencefalográfico portátil el cual es capaz de detectar ondas cerebrales y utilizarlas para animar paisajes interactivos. Dichas composiciones paisajísticas son de carácter único y generadas a partir del escaneo del estado mental en el que el usuario se encuentre. La pieza actúa como un interface intentando democratizar el potencial creador del artista, desestimando al genio artístico y tratando de apuntar metafóricamente hacia un estado de creación completamente libre- posible en la revolución virtual.

 

Por otra parte, es de considerarse la existencia de un rol hegemónico ejercido sobre la audiencia. Ya que ésta no es creadora ni cumple con la función de representar su propia realidad, sino que libremente regala información para poder ser procesada. Delegándosele un rol ilusorio determinado por la figura del artista, ahora camuflado. Es entonces que se propone en la pieza, evidenciar la deconstrucción de los conceptos de autoría, reproductibilidad, creación y demás elementos constitutivos al arte.

 

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La serie de dibujos fueron creados a partir de software generativo manejado por una inteligencia artificial, y ejecutados por un brazo robótico. La pieza intenta borrar al artista, delegando la producción a una serie de dispositivos que contemplan la posible automatización del arte.

 
En ese sentido, la pieza evidencia las contradicciones que existen entre el valor simbólico del arte y sus ejes de producción, invitando a imaginar cómo sería un mundo liberado del artista. Relativizando su rol y de alguna forma, pretendiendo una suerte de democratización en donde la realización inherente al artista se oculta.

En todo caso, la obra  termina por equiparar la producción artística a un acto mecánico. Así como también logra  desplegar  un eje hegemónico que podríamos demostrar en su calidad de “pieza en exhibición” intrínseco en su valor de objeto validado para ocupar un lugar en un espacio para dichos fines,  evidenciando los procesos institucionales y burocráticos que actúan en la validación misma del arte.

 

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La instalación presenta una torre de acrílico con varios niveles, la cual opera como un escenario interactivo en el que, vía biohacking, cucarachas cyborg son guiadas por el usuario por intermedio de tablets, intentando superar los obstáculos presentes. A su vez, contenedores con cientos de cucarachas rodean al objeto. La pieza viene acompañada del registro presente, que ilustra el proceso quirúrgico en  los insectos.

La obra perfora el axioma propio de la voluntad; la cucaracha está siendo manipulada para responder a estímulos falsos, cambiando su dirección por instinto propio. Se intenta representar así la realidad inescapable del artista, evidenciando la libertad ilusoria de su labor- manejado por fuerzas institucionales, mercantiles y políticas. Terminamos por reconocer que el artista cumple una función contradictoria; a pesar de cumplir un rol hegemónico, el poder que tiene no es propio, sin control sobre su obra o sus significados.

El artista es una cucaracha, porque al igual que una, su figura parece incapaz de morir. Los múltiples intentos por exterminarlo han fallado con su respectiva musealización. Las repetidas biopsias al cuerpo de conceptos que lo sostienen, han sido igualmente inefectivas. El proceso de creación artístico termina siendo un resultado casi determinista, producto de la mediación entre intereses y fuerzas estructurales, un espectáculo extraño del cual todos somos partícipes

 

 

 

OBRAS de Andrés Ennen

 

Te dejo hacer arte…Sé artista.

La pieza constantemente pone en dicotomía al genio artístico. Teniendo así la posibilidad de replicar mediante un instructivo una imagen. Es así que a través de una mecánica inteligible. El artista permite un consenso con su obra a través de una plataforma en donde ofrece al usuario una experiencia símil a la vivida por el mismo así también como otros artistas. Dicha interacción análoga con la obra, permite al usuario entender que es capaz de reproducir fielmente lo que es reproducido por el artista sin necesariamente tener un don atribuido. Poniendo así al usuario en el rol de realizador y por tanto en el papel del artista.

Te dejo hacer arte… se trata de un ofrecimiento palíndromo. Ya que el artista ofrece la tentación del poder convertirte en él mismo. Auto adjudicando en él un rolintrascendente.  Sin embargo impone a través de su “condición atribuida”, instrucciones para realizar la experiencia según su propio juicio. Consumando y generando un cuestionamiento en el usuario acerca de la idea misma de institucionalización y el juego de roles que existe a través de quienes hacen, producen, gestionan, y validan arte.

 

KOONS MACHINE

La pieza se trata de una máquina con un brazo robótico. El cual es posible de manejar a través de un joystick (palanca de mando) cuya función es levantar piezas que se encuentran en el interior de una vitrina. Dicho dispositivo funciona insertando una moneda en la ranura visible en la parte inferior. Generando así que la máquina se active y sea posible iniciar el juego.

El juego consiste en sujetar los elementos disponibles en la vitrina a través del brazo robótico, valiéndose de las habilidades del usuario. Para luego ser llevadas a un depositario. Si el usuario es capaz de sujetar el objeto y llevarlo a dicho contenedor, éste gana.

Koons Machine. Revela entonces una suerte de juego de azahar en donde se es posible ganar gracias a la habilidad adquirida por el usuario. Las piezas a escogerse como premio se tratan de réplicas de la obra “balloon dog de Jeff Koons. Una de las obras más emblemáticas del arte contemporáneo. Dicha obra, Según Koons: revela en su discurso una suerte de reminiscencia a la idea de celebración inmortalizada. En donde lo optimista y lo festivo de la vida se convierte en arquetípico y cotidiano.

La obra exhibida entonces juega con el concepto de ilusión del usuario, quien es capaz de adquirir mercancía gracias a una mínima inversión. Pudiendo adquirir aquello inmortalizado y trascendente, único e invaluable… Arte por cincuenta centavos.

GLOTONES

La pieza consiste en el registro de una acción realizada el día de la inauguración. Se trata una competencia realizada por 2 participantes elegidos al azahar los cuales son retados a comer 4 pasteles en el menor tiempo posible. Las representaciones a consumir, vendrían a ser réplicas de obras de artistas contemporáneos relevantes: Banksy, Takashi Murakami, Andy Warhol, Damien Hirst. Es entonces que la pieza gira en torno a la idea del consumo. Y los cuestionamientos que surgen con respecto a la vorágine del mercado del arte. El impulso a la obtención de arte como mercancía, su banalidad e intrascendencia incisa en dicho mercado. Así también como la puesta en juicio respecto a su valor atribuido como arte.

 

INSTITUCIONARTE

La obra de arte contemporánea constantemente entra en una serie de cuestionamiento discursivo, en el cual muchas veces la evidencia estética prevalece por encima del enunciado significante. Es decir, la obra de arte considerada como a-discursiva.

Sin embargo dicho cuestionamiento de prevalencia, nos hace preguntarnos en qué medida esta se hace posible. Y cómo es que es válida como arte.  La obra Institucionarte, trata de representar uno de los elementos validadores del arte de hoy. Un adhesivo de autenticidad. Siendo el medio pictórico basal para generar una suerte de instauración en sí misma. Hablando así, de una autovalidación de la obra. La cual se certifica a través de su propio medio y se auto-representa peyorativamente, dándonos indicios a cuestionamientos acerca de la vigencia de lo tradicional en el arte, como así también así también su supuesta trascendencia.  



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