Exposición.
“DIBUJOS. Bruno Zeppilli”
Inauguración: martes 14 de febrero
Galería ICPNA Miraflores (Av. Angamos Oeste 120)
Hasta el 12 de marzo
Los dibujos de Bruno Zeppilli no pretenden representar la realidad circundante, aunque esta se encuentre implícita en su mirada. Sus propósitos son otros y tienen que ver más con la exploración del paisaje del alma, con secretas pulsiones que libran una sorda batalla en el interior del individuo. De ahí que su obra sea una propuesta intrigante.
A partir del 14 de febrero hasta el 12 de marzo, se expondrán, en la Galería ICPNA Miraflores (Av. Angamos Oeste 120), alrededor de 35 de estos dibujos en los que el artista no pretende explotar el goce sexual más bien, “prevalece un sentimiento tanático en lugar de una exaltación del erotismo, como se percibe en aquellas escenas fetichistas donde los personajes se aferran con desesperación a maniquíes femeninos”, anota el reconocido escritor y periodista Guillermo Niño de Guzmán.
Bruno Zeppilli, continúa Niño de Guzmán, “se atreve a revelarnos una veta íntima de su quehacer creativo y nos sorprende por su frescura y desenfado. Sus apuntes confirman su preocupación por indagar en el drama interior del individuo y ponen al descubierto sus pulsiones más oscuras y recónditas con una franqueza y soltura insospechadas”.
La técnica que despliega el artista “nos remite a una tradición del dibujo erótico que opta por el trazo directo y espontáneo, donde la expresividad descansa en la rapidez y seguridad de la ejecución, así como en la actitud libre y desprejuiciada con que se desarrolla el tema. Zeppilli no busca la sutileza, la provocación y el ánimo festivo que los distingue, respectivamente, sino que pone en evidencia un íntimo desgarramiento. Aquí no hay un registro del placer sino del dolor” concluye el autor del texto de presentación.
Sobre el artista
Bruno Zeppilli estudió dibujo con Cristina Gálvez y se formó en la Escuela de Artes Plásticas de la Pontificia Universidad Católica del Perú, en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Lima, el Centro di Cultura Per Stranieri de la Universidad de Florencia, Italia, y Mason Gross School of Arts de la Rudgers University, Nueva Jersey, Estados Unidos, donde fue becado.
Ha expuesto de manera individual en el Centro Cultural Inca Garcilaso de la Cancillería (2015), ICPNA (2011), galerías Lucía de la Puente (2005, 2002, 1999), Patricia Ready (Santiago de Chile, 2004), Sala Luis Miró Quesada Garland (1996, 1992), Freites-Revilla (Florida, 1992), Park Gallery (Fort Lauderdale, 1989) y Galería 9 (1987).
Ha participado en numerosas exposiciones colectivas en Lima, Santiago de Chile, Alicante, México DF, Cali, Guayaquil, Quito, Miami, Montevideo, Sto. Domingo, Washington, Córdoba, Sevilla, Madrid y Florencia. Entre las que podemos destacar Ojo Latino, colección de Arte de Luciano Benetton (Museo de Arte Contemporáneo de Santiago de Chile, 2008), Pintura peruana en el siglo XX(Caja Sur, España, 2004), I Bienal Internacional de Lima (1997), Pintura contemporánea década de los 90 (Museo José Luis Cuevas, México DF, 1996), Art Miami (1993), Peru Ieri e Oggi 1492-1992 (Florencia, 1992), Peru Precolumbian & Contemporary Art (Galería del FMI, Washington, 1991), Reflections of a Decade 1980-1990 (Museo de Arte Moderno de Latinoamérica, Washington, 1990), Near and Far Horizons (Metropolitan Museum, Miami, 1989), International Contemporary Art (Park Gallery, Florida, 1988).
VOLVER A LOS ORÍGENES: LOS DIBUJOS DE BRUNO ZEPPILLI
Guillermo Niño de Guzmán
En el principio era el dibujo. Antes de la pintura, antes de la escultura y la arquitectura, estaba el dibujo. El trabajo plástico se apoyaba en su práctica, algo que con el desarrollo de nuevos instrumentos tecnológicos que facilitan su aplicación virtual hoy parece haberse olvidado. Pero lo cierto es que el dibujo se encuentra en el origen de todo y su vigencia se mantiene incólume, pues, más que una técnica, constituye una forma de expresión artística autosuficiente y de singular valor.
El dibujo es connatural al hombre, lo que se advierte desde temprana edad. De ahí la tendencia infantil a trazar figuras sobre una superficie, ya sea hendiendo la tierra con un palillo o deslizando un lápiz a través de un papel. Para el artista, el dibujo será la clave que le permitirá acceder al mundo y hacerlo suyo. No exageraba el gran Leonardo cuando sostuvo que no era solo una ciencia sino una manifestación del poder divino, ya que daba la posibilidad de replicar todas las obras visibles del creador supremo. Es decir, gracias al ejercicio del dibujo, se podía reordenar el universo.
Más adelante, en 1674, el tratadista Gerardo de Brujas corroboró esta visión renacentista al afirmar que el dibujo era “la madre de todas las artes y las ciencias” y “la consecución de todas las cosas imaginables”. Además, proporcionaba “al espectador la verdad de las cosas presentes y pasadas y por medio de gratas semejanzas nos hace de alguna manera creer que vemos lo que en realidad no vemos”.
Por supuesto, esta concepción destacaba la capacidad de representación inherente al dibujo y la fidelidad con que se reproducía el modelo original. Pero llegará el momento en que el artista ya no se contente con copiar la realidad y aspire a reinterpretarla a su manera. Entonces aprovechará la naturaleza subjetiva del dibujo y se esforzará por reflejar su mundo interior y nos descubrirá sus motivaciones y apetencias más personales, como sucede con estos dibujos de Bruno Zeppilli.
Un artista puede recurrir al dibujo como un medio o como un fin. En el primer caso, usará esta técnica para realizar un boceto preliminar de una obra futura; en el segundo, se servirá de ella para elaborar una obra definitiva y válida por sí misma. Esta última es la opción de Zeppilli, un pintor que nunca ha dejado de dibujar. En esta oportunidad, se atreve a revelarnos una veta íntima de su quehacer creativo y nos sorprende por su frescura y desenfado. Sus apuntes confirman su preocupación por indagar en el drama interior del individuo y ponen al descubierto sus pulsiones más oscuras y recónditas con una franqueza y soltura insospechadas.
Zeppilli retrata a hombres desnudos en distintas situaciones, que aparecen ante nuestros ojos como si nos encontráramos dentro de una galería de espejos que multiplican y reiteran las imágenes, lo que genera un efecto perturbador. Hay una carga erótica implícita en los dibujos y, sin embargo, habrá que reconocer que el artista no pretende explotar el goce de la sexualidad. Más bien, diríamos que prevalece un sentimiento tanático en lugar de una exaltación del erotismo, como se percibe en aquellas escenas fetichistas donde los personajes se aferran con desesperación a maniquíes femeninos.
En buena cuenta, son dibujos impregnados de una violencia sorda, que muestran a individuos que recurren a la autosatisfacción para aliviar su extrema soledad. Curiosamente, su desnudez no incita nuestro deseo. Por el contrario, reafirma sus precarias circunstancias, su vulnerabilidad y desamparo, su imposibilidad de trabar contacto con otros seres humanos.
La técnica que despliega Zeppilli nos remite a una tradición del dibujo erótico que opta por el trazo directo y espontáneo, donde la expresividad descansa en la rapidez y seguridad de la ejecución, así como en la actitud libre y desprejuiciada con que se desarrolla el tema. Lo que importa es la intensidad del apunte, la vivacidad que transmite la captura del cuerpo en una determinada posición, como se aprecia en las composiciones eróticas de Klimt, Schiele y Cocteau. Pero, a diferencia de estos maestros, Zeppilli no busca la sutileza, la provocación y el ánimo festivo que los distingue, respectivamente, sino que pone en evidencia un íntimo desgarramiento. Aquí no hay un registro del placer sino del dolor.