Miles de personas que huyeron de los antiguos barrios en poder de los rebeldes en la mitad oriental de la ciudad siria de Alepo (norte) permanecen en Yebrín, un pueblo al este de la urbe que ha visto sus fábricas transformadas en refugios improvisados para los desplazados.
En esta zona, la maquinaria de las factorías y los muebles de edificios públicos han sido sustituidos por colchones y mantas, donde se amontonan muchas de esas personas, que no tienen otro lugar adonde dirigirse.
A la llegada a Yebrín lo primero que se aprecia es a la policía militar de Rusia, aliada del Gobierno de Damasco, y a agentes castrenses chechenes, entrenados por el Ejército ruso, repartiendo comida a los desplazados, según pudo constatar Efe.
Cada persona recibe una porción de pan y un plato con arroz y sopa.
Junto a otras mujeres espera para recibir su ración Um Sayed, una abuela que vive desde hace tres meses con sus nietos en este refugio colectivo.
“No soy un animal para luchar contra otros por la comida, ni siquiera disfruto con el mal estómago que tengo, pero alguien tiene que alimentar a mis dos nietos huérfanos”, lamentó en declaraciones a Efe esta mujer, cuyo hijo y su esposa perecieron durante los intensos combates que devastaron el este de Alepo.
En otra cola, que es solo para los menores, la pequeña Samah, de 5 años de edad, pide juguetes: “Repartieron juguetes hace dos días. Yo no conseguí ninguno, pero algunos niños consiguieron dos e incluso tres”, se quejó.
El caos es omnipresente en Yebrín, donde cada vez que un camión se aproxima o algún soldado llega con un bulto, tanto niños como adultos corren para conseguir una ayuda ansiada formándose un tumulto en el que algunos se caen, e incluso alguno sale lesionado.
En la fila de los hombres, uno de ellos, que rehusó identificarse, explicó a Efe que las fuerzas rusas distribuyen comida cada dos o tres días.
“Cuando lo hacen (repartir alimentos), quedamos satisfechos pero sufrimos de hambre al día siguiente y es siempre la misma comida”, señaló este hombre, que en enseguida fue interrumpido por otro, que aseguró: “Da igual lo mala que sea la situación aquí, es un paraíso comparado con lo que hemos sufrido en los últimos cuatro años”.
Yebrín no es solo un refugio para los desplazados, sino que también sirve de lugar de registro ante las autoridades.