Mucha marihuana, cerveza y escasa religión en la vida de hermanos que atacaron París
Publicado el 19/11/15
Bélgica, nov. 19. Sobre la puerta una sentencia: cierre “por consumo de sustancias alucinógenas prohibidas”. En su bar “Les Béguines”, en Molenbeek, los hermanos Brahim y Salah Abdeslam “bebían Jupiler”, cerveza popular belga, lejos de las reglas salafistas, sin despertar una atención particular de la policía.
Pero los efluvios de cannabis terminaron por llamar la atención de la policía: a mediados de agosto, cuando se presentan en el bar, en la planta baja de un pequeño edificio de ladrillos rojos, descubre “numerosos ceniceros, algunos con porros parcialmente consumidos”, según el acta administrativa del cierre, sellada en la puerta el 5 de noviembre.
Desde entonces, los vecinos no escucharon hablar más de ellos. Hasta el sábado por la tarde, al día siguiente de los ataques de París en los que Brahim, de 31 años, dueño del bar, se hizo estallar en el Boulevard Voltaire.
En cuanto a Salah, de 26 años, sospechoso de ser miembro de uno de los comandos, se encuentra en fuga.
Youssef, de unos treinta años, vestido con ropa deportiva blanca y una gorra calada al revés, mira el frente del bar. “Son amigos”, dice. “Grandes bebedores, grandes fumadores, pero no radicalistas”, agrega.
– “Ni practicantes, ni devotos” –
“Allá, mucha gente fumaba droga, demasiada”, añade Abdel, de 34 años, que frecuenta el lugar desde la adolescencia. “Con el patrón anterior, el ambiente era más festivo, podíamos jugar con la Playstation”, recuerda.
“Por supuesto, ya había hachís, como en muchos bares de aquí, pero era más discreto. Con Brahim, apenas entrabas y ya trataba de venderte algo”, dice.
Al parecer los negocios se impusieron por sobre las convicciones religiosas. “Los viernes se quedaba siempre para fumar en la terraza. Nunca lo vi en la mezquita”, señala Karim, de 27 años, cuyo departamento está situado justo arriba del bar.
“No eran ni practicantes ni devotos. No tenían una barba prominente, iban de vaquero y zapatillas y tomaban su Jupiler como todo el mundo”, ríe Jamal, educador y amigo de los hermanos Abdeslam.
“Vivían como todos los jóvenes: les gustaba el fútbol, ir a la discoteca, volvían con chicas…”, recuerda.
El más jóven, Salah, tenía por costumbre comprar “perfume y bastones de Siwak” – para su higiene bucal – en el bazar de la plaza de la alcaldía, a dos pasos de aquí.
“Era muy coqueto, le gustaba cuidar su apariencia”, asegura Pharred, el admnistrador del bazar.
– Detenido en la frontera turca –
¿Cuándo estos jóvenes se convirtieron en yihadistas? “Malas frecuentaciones en un mal momento”, explica Jamal.
A principios de 2011, Salah Abdeslam fue despedido de su trabajo como técnico en la Stib, la compañía de transporte publico de la región de Bruselas, “por ausencia prolongada sin justificación”.
Su ausencia tenía una explicación: unos meses antes, en 2010, había sido encarcelado en un caso de robo, hecho en el que también se cita a Abdelhamid Abaaoud, presunto autor intelectual de los atentados de París, también originario de Molenbeek, abatido en una redada llevada a cabo el miércoles en Saint-Denis, al norte de la capital francesa.
Detrás de las rejas “se puede pensar que Abaaoud le enseñó la teología de la ‘disimulación’ [la ‘Taqiya’ en árabe] para engañar a los servicios de seguridad y de inteligencia”, analiza Mathieu Guidère, experto francés de terrorismo.
Según esta táctica “desarrollada desde hace un año en manuales” elaborados en los bastiones de la organización Estado Islámico (EI) como Mosul o Raqa, un aspirante a mártir “puede consumir hachís o blasfemar” para engañar la vigilancia de las autoridades, explica Gyidère.
En enero de 2015, Brahim Abdeslam intenta llegar a Siria, pero es interceptado en la frontera turca. A su regreso, la policía belga lo interroga, junto a su hermano menor Salah.
Ya radicalizados, los dos hermanos vuelven a mostrarse como meros pequeños delincuentes y son liberados.
“Sabíamos que se habían radicalizado y que podrían intentar viajar a Siria”, pero “no dieron signos de representar una posible amenaza. Aunque lo hubiésemos señalado a Francia, dudo que hubiésemos podido detenerlos”, dijo el miércoles el portavoz de la fiscalí federal belga.
Salah era “un joven normal”, aseguró otro hermano Abdeslam, Mohamed.
Mohamed Abdeslam fue detenido el sábado en Molenbeek, pero la justicia, luego de que el juez de instrucción lo interrogara, decidió liberarlo el lunes sin cargos en su contra.
El miércoles por la noche, en una manifestación en solidaridad a las víctimas de los atentados organizada en Molenbeek, Mohamed colocó discretamente una velas en su residencia familiar.