Jueves, 28 de Marzo del 2024
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Santos empieza con una gran idea

Publicado el 19/06/14

ANDRÉS OPPENHEIMER 

La propuesta del recientemente reelecto presidente colombiano Juan Manuel Santos de eliminar la reelección es la mejor iniciativa política que he visto en Sudamérica en los últimos años, y debería convertirse en un ejemplo regional para empezar a revertir la ola de presidentes autoritarios que se ha extendido en la región en la última década.

Al día siguiente de su reelección del 15 de junio, tras una reñida contienda en la que su rival Oscar Iván Zuluaga lo acusó de llevar el país hacia el “Castro-chavismo”, Santos anunció que enviará un proyecto de ley al Congreso colombiano para prohibir las reelecciones presidenciales, y para extender el actual período presidencial de cuatro años a cinco o seis años, empezando con el próximo presidente.

 Varios analistas políticos colombianos con los que he hablado esta semana, incluyendo algunos críticos de Santos, coinciden en que prohibir la reelección es una excelente idea. Desde que el ex presidente Alvaro Uribe aprobó en el 2004 una ley destinada a permitir las reelecciones que lo autorizó a ser reelecto en el 2006, tanto Uribe como Santos han usado enormes recursos estatales para promover sus propias carreras políticas, afirman.

 Aunque no tanto como sus vecinos, los presidentes colombianos se han vuelto cada vez más fuertes, debilitando las instituciones y al sistema de división de poderes que son los pilares del sistema democrático, dicen muchos colombianos.

Si, tal como se espera, el Congreso prohibe las futuras reelecciones, Colombia se apartaría de la reciente ola de “hombres fuertes” en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua, que parecen encaminados a convertirse en presidentes vitalicios. Siguiendo el libreto del difunto presidente venezolano Hugo Chávez, los presidentes de estos países ganaron sus primeras elecciones presentándose como campeones de las causas de los pobres, para luego cambiar las reglas de juego, acaparar poderes absolutos, y convertirse en dictadores electos.

En Ecuador, el presidente Rafael Correa, quien en el discurso inaugural de su segunda presidencia, el 24 de mayo del año pasado, prometió dejar el poder en el 2017 tras terminar su actual período de cuatro años, anunció a principios de este mes que quiere cambiar la Constitución para permitir la reelección indefinida de todos los servidores públicos, presumiblemente empezando por él mismo.

 Correa, que ganó popularidad gracias a una economía beneficiada por los altos precios internacionales del petróleo, ha censurado a la prensa independiente, ha perseguido a sus opositores políticos y ha sido acusado de corrupción masiva por su propio hermano.

 En cuanto a su promesa previa de no presentarse como candidato para un nuevo mandato, Correa dijo recientemente que “mi vida ya no es mía, sino de mi patria, por ellos estaré donde me necesite”. Suena como una frase de un dictador tropical sacado de alguna una novela de ficción, pero no lo es.

El presidente de Bolivia Evo Morales, quien tambien siguiendo el guión de Chávez ha reprimido a la prensa opositora y a sus rivales políticos desde que ganó las elecciones en el 2006, predijo recientemente que ganará las próximas elecciones de octubre con el 74% de los votos. Y puede que Morales lo logre: controla todas las principales instituciones, incluyendo el tribunal electoral, y ha alentado un culto de su personalidad que ahora incluye un libro de lectura infantil publicado por el gobierno titulado “ Las aventuras de Evito”, que glorifica la infancia del presidente.

Si los líderes opositores bolivianos no se unen para las próximas elecciones, es muy probable que el próximo congreso boliviano cambiará la Constitución para permitir la reelección indefinida de Morales.

En Nicaragua, la mezquindad de los líderes opositores que no se han unido y de un empresariado al que no parece importarle el futuro del país han contribuido a que el presidente Daniel Ortega se convierta en presidente vitalicio. En enero, la Asamblea Nacional, controlada por el mandatario, aprobó una reforma constitucional que permite la reelección indefinida de Ortega.

Por supuesto, la figura del “líder máximo” no es cosa nueva en Latinoamérica, pero estos capitanes del micrófono que terminan hundiendo a sus países han vuelto a surgir con renovadas energías desde que Chávez y otros líderes narcisista-leninistas empezaron a beneficiarse del boom de los precios mundiales de las materias primas en años recientes. La presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner hubiera seguido el mismo camino, si no hubiera perdido su súper mayoría parlamentaria en las recientes elecciones legislativas.

 Mi opinión: El anuncio de Santos de que presentará un proyecto de ley para prohibir las reelecciones sucesivas en Colombia es una gran noticia. Ojalá marque el principio de una nueva tendencia, que lleve al principio del fin de los “hombres fuertes” y al retorno de la separación de poderes en Sudamérica, que es el mejor antídoto contra la corrupción gubernamental, la represión política y los desastrosos experimentos económicos que hemos visto en la región en los últimos años.



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