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¿Cómo celebraban la Navidad los Antiguos Limeños?

Publicado el 26/12/13

En el siglo XIX, la navidad era una verdadera fiesta religiosa, muy distinta a la que celebramos ahora. La Navidad era la celebración central de una serie de actividades que duraban todo el mes de diciembre, como lo indicó el escritor José Gálvez

“Todo el mes de diciembre y parte del mes de enero, eran de fiesta en Lima. El 7 comenzaban las ceremonias en homenaje a la Purísima Concepción. El 13, día de Santa Lucía, se sembraban los “triguitos”, indispensables en todo nacimiento; el 15 comenzaba la novena del aguinaldo, para la que en 1713 concedió indulgencia el Arzobispo Escandón; el 24, 25 y 26 eran festividades propias de la Navidad; el 28 se conmemoraba la Degollación de los Santos Inocentes; el 1 de enero se celebraba la Circuncisión; el 5 se paseaba con gran solemnidad el Estandarte de la ciudad, el 6 era la gran fiesta de Reyes, con paseo de alcaldes y cabalgata a la Pampa de Amancaes.” (José Gálvez. Estampas limeñas).

Ricardo Palma cuenta que en la tarde del 24 de diciembre los comerciantes instalaban en la Plaza Mayor, mesas donde se vendían flores, dulces, conservas, juguetes, y todo tipo de comidas. Hacia la medianoche, las multitudes se dirigían a los templos para celebrar la misa de gallo.

Estas “noches buenas” en la plaza mayor dejaron de realizarse en 1902, cuando el alcalde Federico Elguera remodeló la plaza. Las festividades fueron trasladadas al parque de la Exposición donde años después dejaron de celebrarse.

La misa de gallo

Era la liturgia más importante de nochebuena, era realizada a la medianoche. Para esta misa las iglesias de la ciudad se esmeraban en la decoración de sus altares.

Era famosa la misa de gallo de la iglesia de la Merced en el jirón de la Unión. Las limeñas acudían a esta misa vistiendo mantillas, como en las épocas virreinales.

Después de la misa la multitud regresaba a la Plaza Mayor para seguir con las celebraciones. En los hogares algunas familias celebraban la cena navideña, según su condición social, con cena, bebida y baile.

La cena navideña

La cena navideña era un verdadero festival de sabores. En las plazas de la ciudad se instalaban las mesas ambulantes donde se ofrecían potajes criollos. El escritor costumbrista Hernán Velarde nos habla de este gran festín de sabores en su “Lima de Antaño”.

Chicharrones, tamales, humitas,
Y fritanga, y cau-cau y escabeche,
Y frejoles con dulce, y turrones,
Y champús ordinario y de “leche”.
Mazamorra morada y de chancho,
Manjarblanco, maní, camotillo,
Picarones, buñuelos, natillas,
Alfajores de Huaura y Trujillo.
Camarones, y huevos, y papas,
Y salchichas de Huacho, y jamones,
Y seviche de conchas y peces,
Y anticuchos, camote y lechones.
Damajuanas, repletas de pisco,
grandes platos con cien butifarras,
Y torrentes de chichas diversas,
En porongos y vasos y jarras.

En las plazas y plazuelas, en especial, en la plaza mayor, se instalaban las mesas. Eran verdaderos festines donde se mezclaban limeños de todos los sectores sociales.

Por su parte, los inmigrantes italianos, ingleses y españoles conservaban sus costumbres y preparaban la cena según sus tradiciones.
Durante la época del auge del guano se pasaron navidades muy opulentas. En medio de la Guerra del Pacifico y la Reconstrucción Nacional, las navidades fueron muy tristes.

Es a partir de 1895, que la situación del país mejoró con el gobierno de Nicolás de Piérola. A partir de este año se introducen muchas costumbres europeas: el árbol de navidad, Santa Claus, la cena en casa y la influencia de la gastronomía europea.

En las vitrinas de las tiendas del jirón de la Unión, los almacenes de importadores anunciaban:

“Un gran surtido de confites, chocolatitos, frutas abrillantadas, higos secos, turrón, macarrones de Nápoles, queso suizo, parmesano, tortellini de Bologna y un completo surtido de conservas, vinos y licores finos de todas clases, frescos y á precios módicos”. (Diario El Comercio).

La costumbre de adornar la mesa navideña con dulces y confiterías es europea, esto se ha conservado hasta nuestros días.
Abraham Valdelomar nos ofrece otra descripción literaria de la cena navideña en su “carta pascual”.

“Sobre el blanco mantel había una cena regalada, aunque humilde. Un lechoncito tostado al horno, con almendras y pimentones, holgado en hojas verdes de lechuga, plátanos; racimos de uvas pintadas, ácidas a la vista; una empanada de choclo dorada al fuego como joya de orfebre, y pan calientito. De la cocina llegaba el olor escandaloso de los chicharrones, humeaban los tamales en una fuente entre las marchitas hojas de banano y el ponche de agrás, oliendo a canela y nuez moscada, lucía en una jarra transparente. Además, rosas, claveles, jazmines, aromas y albahaca.”

La investigadora de la gastronomía peruana, Rosario Olivas anota que en estas fechas se consumía “gallinas, jamones y chorizos” y otros potajes vendidos en la plaza mayor.

De todos estos platos, no podían faltar los tamales y chicharrones. No había navidad limeña sin estos dos potajes. Posteriormente, a fines de 1920 se difundiría el consumo del pavo.



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