Una cosa maravillosa de Estados Unidos es que, después de cada crisis, la economía inevitablemente recupera su vieja y formidable trayectoria de crecimiento. En los buenos tiempos el país expande su producción más rápidamente que cualquier otra nación desarrollada. Ese sólido desempeño en los largos períodos entre las recesiones es con lo que los estadounidenses cuentan para elevar constantemente su nivel de vida, y lo que ellos consideran normal. Estados Unidos en este momento, sin embargo, se enfrenta a un futuro de expectativas disminuidas no visto desde la Segunda Guerra Mundial. A menos que las empresas y el Gobierno tomen medidas extraordinarias y temerarias, la economía está destinada a generar un crecimiento lento que es más de un tercio menor que en el pasado.