Escocia y Cataluña se mueven hacia un referendo para decidir si se mantienen dentro de sus respectivos reinos (británico o español) o si se separan como Estados soberanos.
En el primer caso, Londres ha aceptado dicha consulta mientras que en el segundo Madrid la veta. Esto último debido a su tradicional actitud hostil ante todo separatismo (como el de Kosovo ante Serbia que Alemania y otros miembros de la UE apuntalaron) y a que no acepta el derecho de ninguna de sus autonomías a poder fragmentarse del reino. Si Londres aceptase que Escocia se le demarcase en una consulta democrática, España aún podría torpedear dentro de la Unión Europea su ingreso como Estado número 28.
En estos momentos cualquier posible fragmentación de uno de los 27 Estados de la UE sería un fenómeno inédito en la historia de esta entidad que lleva seis décadas de haberse fundado, lo cual, a su vez, podría generar vetos y también una estampida de nuevas naciones que busquen independizarse.
Un sí a la independencia en un referendo dentro de uno de los miembros de la UE tendría grandes consecuencias. Si Escocia se separase del Reino Unido, esto alimentaría la tendencia de Irlanda del Norte hacia una independencia parcial o una nueva asociación con el resto de la isla irlandesa, así como a los pedidos de Gales para una mayor autonomía, en tanto que dejaría a una Inglaterra más propensa a ser gobernada por los conservadores haciendo que los laboristas pierdan su mayor bastión (Escocia).
Si los vascos o catalanes hacen algo similar, eso afectaría a las zonas que hablan la misma lengua en Francia y en su entorno dentro de España. Navarra es reivindicada por los vascos mientras que el catalán se habla dentro de las comarcas fronterizas a Cataluña y una variante de esta lengua es idioma oficial en las vecinas Valencia e Islas Baleares. España está llena de movimientos nacionalistas y regionalistas: desde Galicia (cuna del idioma portugués y de un derivado de este que es hablado por unos dos millones de personas) hasta las africanas islas Canarias.
Francia ha logrado evitar ser una república multilingüe, pero eso no implica que esta no tenga movimientos nacionalistas en Bretaña, Córcega o los occitanos. Los movimientos nacionalistas flamenco en Bélgica y lombardo en el norte de Italia, a diferencia de los de los países vasco, catalán, escocés o norirlandés, tienen una orientación de derecha y antiinmigrante. Italia es un mosaico de dialectos, algunos de los cuales bien podrían reclamar el status de idiomas separados (pues se diferencian entre sí más que el español lo hace del portugués).
Otra fuente de posibles tensiones son las minorías turcas (especialmente en Bulgaria) y magiares en Eslovaquia y Rumania (las mismas que hasta 1945 fueron parte de la Gran Hungría fascista).