LIMA – Acaba de darse el primer paso en el intercambio de un rehén militar israelí por 1,027 de los 6,000 presos palestinos. Gilad Shalit, el sargento hebreo capturado por Hamas hace 64 meses cuando tenía 19 años de edad, fue liberado al mismo tiempo que 477 reos palestinos, mientras que se espera que otros 550 más de ellos salgan pronto de las cárceles israelíes. Algunos de los liberados habían asesinado a civiles hebreos y tenían 17 o 18 cadenas perpetuas acumuladas Hamas ha recibido a los excarcelados con 200,000 manifestantes reclamando una gran victoria, pues durante un lustro supieron mantenerlo cautivo en dicha franja pese a las incursiones militares hebreas y lograron su objetivo inicial de intercambiarlo por un millar de presos, aunque en ese lote no se encuentren algunos de sus pedidos como Barghouti, el líder del ala de Al Fatah que podría desplazar de la presidencia palestina a Abbas.
Este intercambio de mil por uno, que no tiene precedentes en la historia de Israel y de otras naciones, parecería una aberración, pero ha sido apoyado por un 80% de los hebreos y ha sido conducido por el gobierno más halcón que haya tenido dicho Estado. Basta comparar la reacción de confianza y desafío del Hamas con la de la antigua guerrilla más radical de Latinoamérica (Sendero), la misma que hoy ha reducido todo su accionar a pedir una amnistía para todos los militares que les reprimieron como única forma de querer ver libre a sus jefes.
Sin embargo, Netanyahu no ha negociado neciamente. Al iniciar el diálogo con Hamas fue logrando evitar que éste adopte una actitud más beligerante e intervencionista en la crisis egipcia apuntalando a los Hermanos Musulmanes de allí (su partido madre). Así se ha ayudado a consolidar al nuevo régimen militar evitando que los islamitas avancen más. La liberación de Shalit incrementa la popularidad de Netanyahu tras que hasta 250,000 israelíes marcharon contra sus medidas de austeridad y la de Hamas, frente a Abbas quien venía potenciándose cosechando el posible reconocimiento de su Estado en las Naciones Unidas.
Netanyahu sabe que con su actitud potencia al Hamas ante los “moderados” de la Autoridad Palestina, algo que él quiere pues precisa de excusas para no reconocer a cualquier forma de Estado palestino mientras muestra voluntad dialogante. Ligado a ese arreglo se encuentra la rivalidad entre Irán y Arabia Saudita, la misma que se ha exacerbado tras la denuncia de EE.UU. de que un sector persa subcontrató a mafiosos mexicanos para asesinar a su embajador en Washington.Al margen de cuán verosímil puede parecer esta versión, lo importante es que Obama se ha alineado con los sauditas, quienes, a su vez, quieren mostrar su eficacia como buenos intermediadores ante los radicales islámicos obligando al Hamas a sentarse negociar con Israel y a los talibanes a conversar con EE.UU., para lo cual se les habilitará una embajada en alguna de las monarquías de su península.