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Joseph Blatter cumple mañana 75 años y no se quiere retirar

Publicado el 09/03/11

El directivo suizo preside la FIFA desde 1998, cuando reemplazó a Joao Havelange y, salvo que ocurra una “catástrofe bíblica”, el próximo 1º de junio renovará su mandato por otros cuatro años.

La FIFA es para Blatter su familia, casi una esposa. Por esto no debe sorprender que este jueves lo pase trabajando en su despacho de Zurich, en un día que otras personas se tomarían con más calma para avizorar la recta final de una vida.

La federación que preside incluye más países que las Naciones Unidas, maneja más dinero que muchos estados e influye como pocos organismos en la vida de la gente.

Pero su cargo en la FIFA no el único que ostenta Blatter, ya que desde 1999 también es integrante del Comité Olímpico Internacional. Sin embargo, el suizo mantiene duros enfrentamientos con esa entidad y con la Agencia Mundial Antidoping (AMA). Le encanta discutir, pero mucho más tener la razón, aunque por encima de ello prefiere rodearse de poderosos e influyentes.

Uno de estos ejemplos se produjo en marzo de 2003. En ese momento el presidente de la Federación Internacional de Fútbol Asociado se sentía invencible, capaz de cambiar 2.000 años de historia y de convencer al Papa Juan Pablo II de aceptar el divorcio. Lo motivaba su deseo de casarse con Graziella, amiga de su hija, entrenadora de delfines y 26 años más joven que él.

“Dios es el dios del amor. ¿Es esta Iglesia también la iglesia del amor?”, se preguntó Blatter en un escrito con destino final en el escritorio del Sumo Pontífice.

Sin embargo, como si se tratara de un partido de fútbol, al final fue un empate. El suizo no pudo quitarle el mote de “pecadora” a su tercera esposa, porque la Iglesia Católica no varió sus prácticas milenarias y siguió considerándolo casado con su primera mujer. Pero como Blatter se separó a los pocos meses de su nueva mujer, su enojo con el Vaticano terminó moderándose. Porque, en el fondo, sintió que no había perdido.

Nacido el 10 de marzo de 1936, su curriculum oficial lo presenta como “ex futbolista”. Aunque si se continúa leyendo, las cosas son puestas en su justa medida: “Jugó en la Primera División de Aficionados en Suiza”.

Nadie, en cambio, lo definiría como “aficionado” en su carrera de dirigente deportivo, porque hace casi cuatro décadas que controla resortes vitales en la FIFA. Entró a ella como director de programas de desarrollo, siempre al costado del sombrío Joao Havelange, y luego escaló hasta el puesto de secretario general. Finalmente, en mayo de 1998 fue elegido presidente, en una votación sobre la que 13 años después se sigue dudando de su limpieza. (EFE)



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