Tras la caída de los dictadores de Túnez y Egipto, Libia, el país que está al medio de estas dos repúblicas árabes del norte africano, se ve sacudida por una guerra civil, la misma que ha causado más de mil muertos.
De todos los 53 Estados del África, Libia es el que tiene el mejor índice de desarrollo humano, el mayor ingreso por habitante y la más alta esperanza de vida para su población (74 años).
Libia tiene menos de 6.5 millones de habitantes, pero esparcidos en un vasto territorio de 1’759,541 km2. Esta área es similar a la de México o Indonesia, quienes son, respectivamente, las repúblicas hispánica y musulmana más pobladas, las mismas que tienen entre casi 20 a casi 40 más cantidad de habitantes.
Entre 1911 y 1951 Libia fue una dependencia italiana. Fue una de las últimas colonias europeas en el África y también la primera en independizarse. Cuando en la Navidad de 1951 Libia se transforma en una monarquía soberana, el mundo no le daba mayor importancia a ésta o a su rey Idris, pues Libia era vista como un gran desierto con sólo un millón de personas, gran parte de ellas nómadas.
Sin embargo, tras el descubrimiento de significativas reservas de petróleo en 1959 y bajo la influencia de la revolución nacionalista egipcia que había depuesto al rey Faruk, en 1969 se produce un golpe militar “socialista” con las mismas características que el que habían dado Nasser en 1952 o Velasco en Perú 1968.
Con sólo 27 años de edad el oficial Muammar al-Gadafi se convirtió en el “líder de la revolución”. Desde entonces hasta hoy él ha ocupado varios puestos nominales, convirtiéndose durante 42 años en el hombre fuerte de su nación, mientras que hoy es el líder no monárquico que más tiempo lleva en el poder en el mundo.
Gadafi declaró que Libia era un “Estado socialista de las masas”. Los partidos y el alcohol quedaron prohibidos. Los italianos (un octavo de su población) fueron expulsados, mientras se buscó la homogeneización nacional en torno a la lengua árabe y al Islam. El Estado asumió el control del petróleo, que hoy genera el 95% de la riqueza nacional.
Si Mao obligaba a los chinos a leer su libro rojo, Gadafi creó su propio libro verde. En las décadas de los setenta y ochenta él llegó a ser considerado por Londres y Washington como el gran instigador del terrorismo mundial, en el mismo rango que hoy se le coloca a Bin Laden. EE.UU. en 1986 bombardeó Libia (matando a una hija de Gadafi).
No obstante, ello se ha invertido. Gadafi se alió con Occidente contra Al Qaeda y luego autodesintegró sus armas de destrucción masiva. Al igual que los militares egipcios, él empezó a reconciliarse con sus antiguos enemigos “imperialistas” a quienes invitaba a invertir, hacer negocios juntos y ayudarles a “pacificar” la región.
Quien fomentó guerrillas y revoluciones en su periferia, así como en todo el mundo (desde Irlanda a Colombia), acabó condenando las revueltas de Túnez y pidiendo que se le dejara al dictador tunecino Alí gobernar de por vida.
Gadafi aún mantiene cierta aureola revolucionaria (en el 2009 propuso en Venezuela crear una “OTAN del Sur”), aunque también se ha proclamado como el “rey del África”.
Al momento de escribir estas líneas, diversos grupos opositores claman haber capturado varias ciudades, incluyendo Banghazi (la segunda del país) y Cirenaica (la región este de Libia). Gadafi plantea que sólo muerto le sacarán del poder, mientras que varios de sus ministros, oficiales y embajadores han desertado.