Viernes, 29 de Marzo del 2024
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Alerta mundial por masacres a elefantes

Publicado el 16/12/16

Kenya, dic. 16. Con la sabana keniana de fondo y ante las cámaras, 11 pirámides de marfil ardieron un domingo de abril en el parque nacional de Nairobi. Más de un centenar de toneladas de colmillos de elefantes quedaron reducidas a ceniza, en un acto simbólico contra la caza furtiva.

Al realizar la mayor incineración en la historia de este material, Kenia lanzaba un mensaje firme a los cazadores furtivos: “el marfil solo tiene valor en un elefante“.
Como estrategia comunicativa fue brillante, permitiendo a Kenia promover un enfoque que combina la militarización creciente de la lucha contra la caza furtiva y una persecución firme en el plano judicial.
“Aún nos queda un inmenso camino a recorrer, pero el nivel de toma de conciencia política es notable respecto al pasado”, asegura John Scanlon, secretario de la Convención Internacional sobre el Comercio de Especies Salvajes Amenazadas (Cites).
La toma real de conciencia comenzó hacia el año 2010, por la recrudescencia de las masacres de elefantes y rinocerontes, celebridades como el príncipe Guillermo de Inglaterra hicieron de este tema una causa personal. También, por esa época, gobiernos y diversas ONG entendieron que había que caminar hacia la prohibición total comercio de marfil.
El 2016 abundó en signos positivos en la lucha contra el tráfico de especies salvajes, una cuestión que figura desde este año en el informe de la Oficina de la ONU contra la droga y el crimen.
China, considerada como el primer mercado de demanda mundial de marfil, ha endurecido su legislación sobre las importaciones de este “oro blanco”.
Incluso si el debate sobre los medios para luchar contra la caza furtiva de elefantes no ha terminado, las ONG celebraron la negativa de la Cites a conceder a Namibia y Zimbabue una autorización especial para vender “su” marfil al extranjero para financiar programas de protección de estos animales, estimando que ello podría alimentar el tráfico.

Destrucción de marfil requisado a cazadores furtivos en para evitar el tráfico. AFP
Aunque la atención mediática recaiga en especies emblemáticas como los elefantes, hay que recordar que al proteger al paquidermo, “todas las especies que viven en ese hábitat salen beneficiadas“, recuerda Kelvin Alie, alto responsable del Fondo Internacional para la Protección de los Animales (Ifaw).
Según el Banco Mundial, las donaciones internacionales destinadas a combatir el tráfico de especies salvajes oscilaron entre 200 y 300 millones de dólares entre 2013 y 2016, frente a los 25 millones de 2010.
Pero “que se hayan logrado algunas victorias en algunos lugares no significa que todo vaya bien”, matiza Mark Gately, de la ONG Wildlife Conservation Society. “Si no redoblamos los esfuerzos, vamos hacia la catástrofe“.
Las poblaciones de elefantes son relativamente estables, e incluso van en aumento, en países como Sudáfrica, Botsuana, Uganda, y en ciertas partes de Kenia, Zambia o Zimbabue, pero el continente africano perdió en la última década 111.000 especímenes, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que calcula la población total actual en 415.000 ejemplares.
Mientras tanto, la masacre continúa al vertiginoso ritmo de 30.000 elefantes por año. El kilo de marfil puede alcanzar los 60.000 dólares.
La Cites estima que el tráfico de especies supone 20.000 millones de dólares anuales, lo que lo convierte en el cuarto tipo de comercio ilegal del planeta, solo por detrás de las armas, las imitaciones y los seres humanos.


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