Sábado, 20 de Abril del 2024
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Problemas visuales y auditivos y rendimiento escolar

Publicado el 27/08/13

 

Problemas visuales y auditivos y rendimiento escolar

Cuando la salud atenta contra las buenas notas

Si un niño tiene un problema visual, es seguro que abandone las tareas y pierda el gusto por la lectura y el estudio

El Dr. Óscar Barrenechea, director médico de Química Suiza, incide en la importancia de la detección temprana para ayudar al niño con discapacidad visual o auditiva. 

El pequeño Félix no presta atención a lo que el profesor habla en clase. Parece distraído y como si no terminara de despertarse, porque siempre se está frotando los ojos y mira guiñando la luz que entra por las ventanas. Su rendimiento escolar es muy bajo, a pesar de que sus padres aseguran que él se esfuerza por mejorar.

Félix está lidiando con mucho más que con la pereza de cada mañana. Si el profesor y sus padres prestaran atención, se darían cuenta de que él sufre de trastornos visuales que le impiden concentrarse en los estudios. Sus bajas calificaciones son el resultado de un malestar concreto y real.

Leer y escribir son tareas que requieren de una plena agudeza visual. Ésta va progresando a medida que el niño aumenta en edad: se considera que un promedio de 0,6 es suficiente para un menor de tres años y de 0,9 (es decir, una visión casi perfecta) a los 3 años. A partir de los cuatro años el niño alcanza el uso completo de sus capacidades visuales.

Si el pequeño tiene un problema visual, es seguro que abandone las tareas y pierda el gusto por la lectura y el estudio: tendrá mala caligrafía, faltas de ortografía y dificultad para leer. Como él no puede explicar lo que le ocurre, los padres atribuyen su bajo rendimiento escolar a otras causas. No hay que sorprenderse: de acuerdo a un estudio de la Fundación del Instituto de Ciencias Visuales de Madrid, del 15 al 30% de los casos de fracaso escolar están relacionados con problemas de visión.

“Los niños con problemas de rendimiento académico deben ser evaluados por un oftalmólogo que compruebe el estado de su salud visual”, dice el doctor Óscar Barrenechea Saavedra, director médico de Marketing Farma de Química Suiza. “En general, es importante que los padres lleven a sus hijos al especialista antes de que cumplan los cuatro años para que éste descarte cualquier problema de la vista o tome las medidas correctivas, de ser el caso”.

Si el niño se frota los ojos constantemente, tiene una sensibilidad muy alta a la luz, presenta problemas para enfocar o seguir un objeto, se le enrojecen o le lagrimean los ojos a menudo, cruza o entrecierra los ojos, tiene dolores de cabeza frecuentes después de leer o se tapa un ojo continuamente, tenemos indicios de un problema visual. Los trastornos más habituales en los niños son la hipermetropía (problemas de visión a distancias cortas), miopía (dificultad para ver de lejos), astigmatismo (defecto de enfoque), estrabismo (desviación ocular), conjuntivitis alérgica (inflamación por acción de alergenos) y ojo vago, un extraño síndrome que disminuye la agudeza visual sin que haya una causa orgánica.

Problemas de audición

Pero no sólo la mala visión afecta el rendimiento escolar. La pérdida de audición, por pequeña que ésta sea,  tiene consecuencias no sólo en el aprovechamiento académico del niño sino también en sus relaciones sociales y su desarrollo emocional. Un 90% del aprendizaje en los primeros años de vida se atribuye a las conversaciones que el niño escucha a su alrededor; la hipoacusia le hace perder parte de este caudal de conocimiento y le impide captar lo que el profesor dice en la clase. Más aún: el niño tiene que hacer un esfuerzo adicional para oír las palabras de sus maestros, tomar apuntes y, al mismo tiempo, entender lo que se está diciendo, con la consiguiente fatiga y pérdida de interés.

Un estudio de la Escuela Universitaria de Medicina de Washington en St. Louis arrojó que uno de cada veinte escolares norteamericanos tiene pérdida de audición al menos en un oído. Otra investigación que se llevó a cabo en Hessen, Alemania, tomó como muestra un grupo de 3,126 alumnos provenientes de diez colegios. Se halló que el diez por ciento de ellos tenía una capacidad auditiva reducida; su rendimiento fue entre 0,2 y 0,3 puntos menor que el de sus compañeros con audición normal, en una escala de calificaciones del 1 al 6.

“Al menos la mitad de los casos de pérdida de audición congénita en los niños se debe a factores genéticos”, explica el doctor Óscar Barrenechea, de Química Suiza. “Pero también se puede adquirir la pérdida permanente del oído como consecuencia de meningitis. Esta pérdida es difícil de detectar, y son los padres quienes suelen darse cuenta. Lo bueno es que, si se detecta a tiempo, se puede iniciar el tratamiento con audífonos desde muy temprano, incluso desde la cuarta semana de vida”, añade.

Frente a esta situación, cabe plantearse si es mejor que el niño con problemas auditivos estudie en un colegio convencional o en una escuela especializada. En general se prefiere la escuela convencional, pero los padres deben informar al director y profesores de la dificultad auditiva de su hijo para crear una red de soporte y evitar que el niño se aísle. Los profesores deben estar especialmente atentos para ayudar al desarrollo del lenguaje del niño y estimularlo a que se comunique.

La propia escuela puede hacer mucho para ayudar en este esfuerzo. Vigilar que las aulas tengan la acústica adecuada, por ejemplo, o utilizar parches de fieltro en las patas de mesas y sillas para evitar chirridos durante la clase, que distraen y reducen la calidad de la audición



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