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“Irán: ni fascista ni socialista”
09/01/2012 Isaac Bigio

LIMA – 

Irán despierta muy opuestas visiones en las dos Américas. Mientras en la del norte se le ve como un posible blanco militar y el candidato sorpresa de las internas republicanas (Rick Santorum) le caracteriza, al igual que al de Siria, como un ‘fascismo islámico’ y por ende el principal peligro mundial, en la del sur su presidente Mahmoud Ahmadinejad viene haciendo una nueva gira. Los gobiernos que estará visitando en Venezuela, Nicaragua, Cuba y Ecuador le perciben como un líder afín a las ‘revoluciones bolivarianas del socialismo del siglo XXI’.

La verdad es que el régimen emanado de la revolución iraní de 1979 no es ni fascista ni socialista.

El fascismo surgió en los años veintes como el enemigo principal de las revoluciones soviéticas movilizando a capas medias y desempleadas contra los sindicatos y las izquierdas y promoviendo un régimen de partido único nacionalista que abriese una economía proteccionista a favor de las grandes corporaciones privadas de su respectivo país. Este tipo de movimientos llegaron al poder en Italia, Alemania, Iberia y la mayor parte de la Europa continental hasta que en la segunda mitad de 1940 fueron depuestos para nunca más haber vuelto a dominar país alguno de dicha región.

Algunos regímenes de Latinoamérica y el Tercer Mundo copiaron el culto a la personalidad y la autocracia de Mussolini, pero no tuvieron ese sistema de partido totalitario y economía cerrada, por lo que no pueden ser descritos como fascistas.

En Irán no hay nada parecido a un caudillo tipo Franco, Hitler o Mussolini o un partido único. Hay un líder espiritual de la revolución (el ayatola Seyed Ali Khamenei) y un presidente que ganó las elecciones disputándolas a otros candidatos (Ahmadinejad). Si bien su régimen, como todos los del Medio Oriente, ha reprimido a los comunistas, no se sustenta en el odio contra éstos y, más bien, busca aliarse con muchos de ellos en el exterior.

La república islámica iraní creada en 1979 se basa en constantes choques con EEUU, la OTAN e Israel. No obstante, ésta nunca ha adoptado la retórica del socialismo panárabe del Baath sirio e iraquí, Nasser, Gadafi o Arafat, el mismo que se inspiraba en la fenecida Unión Soviética con quien se aliaron.

Los ayatolas no son árabes sunitas sino persas chiitas, y su régimen siempre fue hostil al soviético. En vez de buscar la unidad de los 200 millones de árabes bajo un socialismo autocrático, ellos quieren que los 1500 millones de musulmanes creen sociedades nacionalistas religiosas estructuradas en torno al Corán y por ende reacias a Occidente.

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