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Las caídas de Abimael en Lima y de Osama en Abbottabad
05/05/2011 Isaac Bigio

Hoy cuando el mundo analiza la muerte de Osama Bin Laden, considerado el “terrorista número uno del mundo”, es útil comparar ello con el proceso que condujo a la rendición personal e ideológica de Abimael Guzmán, quien hace dos décadas era tildado como el “terrorista número uno de las Américas”.

Abimael fue detenido el 12 de setiembre de 1992 en una residencia ubicada en el distrito limeño de Surco, no muy lejos del “Pentagonito” militar peruano, mientras que el autor intelectual de la matanza del 11 de setiembre del 2001 se le ubicó viviendo en Abbottabad, muy cerca de la Academia Militar de Pakistán.

Ambos cayeron siendo cincuentones avanzados que encabezaban redes de miles de fanáticos ideologizados dispuestos a morir. Mientras los senderistas operaban en todo el Perú pero con ambiciones de ser el faro que reconstruiría al maoísmo mundial tras la “traición de Beijing”, Al Qaeda es un conglomerado mundial de fundamentalistas islámicos que condenan la capitulación de los Estados mahometanos a Occidente. Ambos movimientos –ideológica, nacional y socialmente disímiles, pero muy militarizados- realizaron los peores atentados que se hayan dado en los centros de poder de sus enemigos.

La caza de Guzmán fue preparaba y hecha por los servicios de inteligencia de su propio país, mientras que la de Bin Laden se dio por tropas extranjeras que no quisieron notificar a Pakistán, por desconfiar de sus servicios de inteligencia.

Hoy los dos candidatos que se disputan la presidencia peruana en junio reivindican la captura de Abimael. El general Ketín Vidal, quien lideró el operativo de 1992, es parte del equipo de Ollanta Humala, mientras que el padre de Keiko Fujimori fue entonces el presidente. En cambio, ningún político pakistaní podrá reclamar haber participado en el operativo de Abbottabad. Más bien, esa acción ha humillado al régimen pakistaní y servirá para cuestionarlo. En contraposición, la operación contra Abimael fue lo que catapultó a Fujimori a gobernar dos periodos y la de Abbottabad puede hacer que Obama sea reelecto. El Estado peruano quiso capturar a Guzmán para mostrarlo al mundo y desmoralizarlo con la cárcel y un juicio público. Los Estados Unidos, por el contrario, fueron a liquidar a Bin Laden (cuyo cadáver ni siquiera ha sido mostrado en fotos).

Cuando Guzmán fue apresado el senderismo estaba en su cenit y en prisión él fue “ablandado” hasta lograr que él llamase a sus camaradas a dejar las armas, pedir la “reconciliación nacional” y presentarse por primera vez en elecciones con la demanda de amnistiar a todos (incluyendo a quienes les torturaron y masacraron) en las cuales su descrédito les llevó a sacar unos 6,000 votos a nivel nacional (menos del 0.1%).

Los EE.UU., en cambio, abatieron a Bin Laden pensando que era más peligroso que él se sometiese a un juicio donde se podría revelar los lazos que él tuvo con la CIA y sus aliados, y porque en el 2011 Al Qaeda está de caída, pues las masas musulmanas en sus grandes marchas pro-democracia le han dejado de lado.

Si Guzmán era el todopoderoso presidente y “base de la unidad de su partido”, Bin Laden ha demostrado ser sólo una figura estelar en una federación mundial de grupos autónomos.

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