El análisis preliminar que hacen los diarios de los Estados Unidos de la muerte de Osama Bin Laden en la población de Abbottabad, donde los Estados Unidos realizaron meses de inteligencia, es que se producirán dos efectos inmediatos.
El primero de ellos, según The New York Times, será la posibilidad de que los seguidores de Bin Laden aprovechen su muerte para convertirlo en un mártir y galvanizar su lucha contra occidente, lo que podría representar nuevos retos en la lucha contra el terrorismo.
Para el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, representa uno de los más notables triunfos en el plano local e internacional, pues se está quedando con uno de los principales trofeos de guerra que tanto obsesionaron a los estadounidenses.
Esto permitiría que Obama pueda pasar la página de la guerra en Afganistán y darle más ímpetus en su propósito de traer las tropas norteamericanas a casa y enfocarse en otros objetivos.
Además, la muerte de Bin Laden le llega a Obama en un momento crucial, cuando se prepara para una eventual reelección presidencial. Obama puede reclamar que fue él quien pudo concretar un objetivo que se había convertido en una frustración para los republicanos.
Otros diarios estadounidenses se preguntan por la suerte que correrá Al-Qaeda, la red terrorista que conformó Bin Laden y que tuvo influencia en países tan distantes como Egipto y Chechenia o Yemen y Filipinas.
A favor de Obama está, además, que logró derrumbar el mito de que el nuevo rostro del terrorismo, aquel que usó los avances de las tecnologías de la información, era infranqueable.
Bin Laden produjo, dice The Washington Post, cerca de 30 mensajes en audio, video o texto que logró filtrar a través de una extensa red de colaboradores, para despistar al enemigo. Pero esta noche, esa ventaja que le concedía una especie de ubicuidad indescifrable ha terminado.
